jueves, 2 de septiembre de 2010

La elegancia del erizo: novela del absurdo

Celebrada por la crítica, mantenida en los primeros lugares de las más vendidas e incluso llevada al cine, son datos más que suficientes que motivan a leer La elegancia del erizo, la novela de la francesa Muriel Barbey. Sin embargo, aunque reconozco que el argumento es atractivo y original, a veces tierno y emotivo, no terminó de convencerme. Y, para ser exacta, hasta me aburrió, a tal extremo que comencé a saltarme página, una conducta por lo general ajena a mí. ¿Dónde está la falla? Siento que el libro contiene excesivos análisis filosóficos, sicológicos, históricos, artísticos y sociológicos, todo a la luz de una visión crítica que no deja a nada ni a nadie bien parado. Lo mismo se aplica a la relaciones familiares, la política, el sicoanálisis, las tesis universitarias, los ricos que explotan a los pobres. Que pongan en tela de juicio a todo un sistema me parece bien. Pero ¿por qué hacer todo tan difícil y tedioso? Lo más inverosímil es que quienes hacen estas reflexiones, en una suerte de monólogo interno, motivado principalmente por hechos anodinos, sean Paloma, la inmadura preadolescente de apenas 12 años, hija de una familia adinerada, y la portera del edificio donde ambas viven, Renée, una mujer madura de origen humilde, gran lectora pero de escolaridad mínima. Con estos antecedentes ¿cómo aceptar que ambas posean tanto conocimiento y sentido crítico que les permita elaborar conclusiones tan profundas? Barbery las presenta como superdotadas y autodidactas, pero tan celosas de su privacidad que viven usando subterfugios para ocultar su verdadero ser. Según yo, son un par de autistas, inadaptadas y pedantes que desprecian a la humanidad.
La autora, en el último tercio de su novela muestra la faceta emotiva de la historia, el clímax, el se produce cuando Paloma y Renée se encuentran, abren sus caparazones y se muestran la una a la otra como nunca lo han hecho ante nadie. De la comprensión pasan al cariño y de ahí a momentos felices donde pueden compartir su experiencia y conocimientos. Esto gracias a la intervención de un nuevo inquilino, un maduro, culto y muy rico señor japonés. Y aquí, surge una nueva contradicción: ¿por qué ambas caen en trance frente a este millonario sesentón, siendo que hasta entonces sólo han tenido críticas al estrato socio económico alto? ¿Será porque este personaje viene de Japón, por cuya cultura las dos sienten una verdadera idolatría? Raro, por decir lo menos, puesto que en el país asiático sin duda deben existir los mismos problemas que en Occidente. Pero lo más desconcertante se presenta en el desenlace, cuando la huraña portera, que ha sufrido una metamorfosis física, con peluquería y vestido nuevo inclusive, se enamora de este caballero de ojos rasgados. Y cuando pensamos que se iniciará un romance, pasa algo abrupto que no quiero contar para no matarle el interés a los posibles lectores. Quizás Barbery utiliza este recurso a fin de evitar el final feliz de las cenicientas que encuentran a su príncipe. Y así, lo que comenzó como una novela de profundo contenido sicológico, termina siendo un frustrado cuento de hadas… pero de hadas finalmente.
Por Ana María Egert
02/09/2010

4 comentarios:

  1. Ana María, que interesante lo que apuntas, pues leer al fin y al cabo es un acto de fe ¿no? Una decide, en las primeras líneas de un texto, si va a jugar o no el juego propuesto por el autor. No sé si es una decisión muy consciente, pero claramente es vital, pues supone aceptar las premisas básicas que sostienen el universo contenido en el libro.

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  2. Ana María, estoy totalmente de acuerdo con tu análisis del libro. Qué gracioso, me gustó muchísimo leer tu crítica.
    Yo también me quedo extrañada de la fama de un libro como éste. Pero como en la biblioteca lo tenían lo leí, y el de Rapsodia Gourmet que estaba en inglés y que, a pesar de ser más cortito y no tener la fama de éste, a mí me distrajo más. Es la historia del vecino que muere de un ataque al corazón en el del Erizo. Era crítico culinario y son capítulos que rememoran diferentes platillos de cocina que con excepción de un par de ellos todos me eran familiares y me gustó. Pero ambos son libros nimios en mi opinión. Después de esto me he refugiado en clásicos que nunca tuve tiempo o ganas de leer, y ahora estoy disfrutando como enana con Grandes Esperanzas de Dickens.
    Espero que todas sigáis escribiendo sobre diferentes libros.
    Besitos,
    silvia

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  3. Hola Maulina:
    Gracias por tu comentario, estoy de acuerdo con él. Yo eso sí,al menos por esta vez, continué leyendo hasta el final, aunque, te confieso, empecé a saltarme las latosas divagaciones de Renée y Paloma. Haber leído el libro entero se debe, en gran parte, a que vi primero la película y me encantó. Si puedes, véla.
    Ana María

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  4. Silvia, hola: Felicitaciones por volver a los clásicos, sin olvidar los últimos libros que van saliendo. El único problema con respecto a estos últimos es que uno se puede ensartar. Pero el intento vale la pena. Gracias por tu comentario.
    Ana María

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