Después de terminar La elegancia del erizo, quise saber quién era realmente esa escritora francesa tan repentinamente encumbrada a la fama. Investigando por aquí y por allá, descubrí que sobre ella se conoce poco. Se sabe que es casada, pero no si tiene hijos. También se ignora a qué se dedicaban sus padres cuando ella llegó al mundo, en 1969. Menos aún cuántos años vivió en Casablanca, la mítica ciudad marroquí de la muy premiada película del mismo nombre y que protagonizaron Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. Ahora, si pasó un tiempo largo en esa ciudad, la más grande del Reino de Marruecos, debe haber sabido lo que era vivir en un país árabe e islamita; un país que hacía tiempo se había independizado del protectorado de Francia y España, un país que, enclavado en Africa del norte mira a Europa por el estrecho de Gibraltar. Y si ella estaba todavía allí cuando tenía un año de edad, su familia habría sido testigo del conflicto que se armó cuando Marruecos se anexó, en contra de la voluntad de las Naciones Unidas, el Sahara Occidental.
Sin duda la vida Muriel Barbery habría seguido en el más completo anonimato si nunca hubiese escrito La elegancia del erizo, la novela que publicó en 2006 y que la catapultó a la fama, con millares de ejemplares vendidos, traducción a 39 idiomas y el Premio de los Libreros franceses, en 2007.
Y, sólo por este hecho, aparecieron unos pocos datos relacionados con su persona. Por ejemplo, que es profesora de Filosofía de la Escuela de Letras y Ciencias Humanas de Francia y que ejerció la docencia en Lyon y en otros centros como la Universidad de Borgoña.
Un currículo del que se conoce poco, lo que se debe, sin duda, a que rehuye a las entrevistas. Y en las pocas que ha dado, casi siempre se refiere sólo a sus libros. Sin embargo, son justamente éstos los que dan luces acerca de su personalidad. Es tímida y solitaria, como las protagonistas de su libro estrella, y su vida siempre estuvo restringida a un pequeño círculo de amigos. Un hecho que le juega malas pasadas, confesó en una entrevista, porque sin bien escribir es su fascinación y le permite ganarse la vida sin tener otro trabajo, también constituye un problema: por allí se filtra su intimidad, algo que le asusta y desagrada. Gajes del oficio, dirán muchos.
Pero hay otra cosa que la liga a Renée y Paloma, sus dos personajes de la novela. Tal como ellas, Muriel Barbery es una gran lectora. Siempre lo ha sido, desde la niñez. Entre sus escritores favoritos figuran Tolstoi, Flaubert, Balzac, Proust, Margareth Mitchell y Orson Scott Card.
La elegancia del erizo, no es, sin embargo, el único libro de esta autora. Antes de él hay otros dos que en realidad son uno. La primera versión, titulada Una golondrina, se publicó en Francia en 2000 y poco después en España, por la editorial Seix Barral con el nombre de Rapsodia Gourmet o Une gourmandise. Y aunque cosechó algunos aplausos y recibió el Premio Meilleur Livre de Littérature Gourmande, lo cierto es que la crítica, en su gran mayoría, no lo trató bien. En todo caso, yo también la leeré para formarme mi propia opinión.
La segunda experiencia de Muriel Barbery fue diametralmente opuesta: La elegancia del erizo, apenas publicada, saltó al estrellato. ¿De qué trata? Su argumento transcurre en el interior de un elegante y antiguo edificio ubicado en el corazón del París actual. Las protagonistas son Paloma, de 12 años, hija de una de las ricas familias propietarias, y Renée, la portera, de 56 años, viuda, sin hijos. Las dos son solitarias, encerradas en ellas mismas y de carácter hosco. Y las dos comparten, sin saberlo porque apenas se saludan, un mismo secreto: poseen una inteligencia superior y una visión crítica del mundo que las rodea. En el último tercio del libro, se descubrirán mutuamente y como almas gemelas, se revelarán una a la otra y empezarán a compartir conocimientos, vivencias y sentimientos, a gozar con las cosas pequeñas que les dan sentido a la existencia. Todo esto gracias a la relación que las dos establecen con un nuevo inquilino, un maduro, culto y refinado millonario japonés que ha llegado a vivir al edificio. La niña, que había planeado suicidarse cuando cumpliera los 13 años, cambia su decisión, mientras su alma gemela, paradójicamente, encuentra un trágico final.
Sobre el enigmático título del libro, la escritora ha dicho que éste tiene su origen en una observación que hace Paloma sobre la portera Renée: “Ella tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes".
Escrito en primera persona y a dos voces que se van alternando, la de la niña y la portera, el libro fue llevado, con el mismo título, al cine por Mona Achache, una joven actriz y cortometrajista francesa. Para la cineasta la historia tiene todos los ingredientes de un cuento de hadas: Renée es Cenicienta, Paloma, el hada, y Kakuro, el príncipe. Una apreciación que coincide con la de algunos críticos y el público en general, incluyéndome a mí misma.
Al leer las dos novelas de Muriel Barbery, uno puede fácilmente descubrir que tienen una particularidad: hay lazos que las unen. En ambas, el escenario es el mismo, el viejo edificio de la calle Grenelle. Y, en ambas se repiten algunos de sus personajes. El famoso chef de Rapsodia Gourmet, por ejemplo, también aparece en La elegancia del erizo, pero en papel muy secundario. Lo mismo pasa con Renée, pero al revés: mientras en el primer libro apenas se esboza, en el segundo se transforma en figura central. Lo otro sorprendente es lo ocurrido con Paloma. Cuando la escritora tenía la narración muy avanzada, sintió que la niña emergía en forma potente y de ser alguien muy poco importante la convirtió en protagonista principal.
Hoy Muriel Barbery vive en París, preparando su tercera novela. ¿Tendrá el mismo éxito?. Habrá que esperar. Lo que se sabe es que recientemente estuvo en Kyoto, Japón, país por cuya cultura siente una gran admiración. Un hecho que se desliza a través de sus libros, sobre todo en el último, cuando aparece su tercer personaje, el refinado señor Ozu.
Publicada por Ana María Egert
01/09/2010
Que interesante me parece esta autora que deja a sus personajes crecer. Cuando Javier Marias vino a Talca comentó que el jamás miraba hacia atrás, que una vez escrito algo el continuaba con las concecuencias lógicas de dicha acción. Me gusta más la estrategia de Barbery, tal vez a ella los personaje le "pasan" a pesar de ella misma.
ResponderEliminarQué buena nota. He leído grandes críticas a esa novela y tengo muchísimas ganas de leerla.
ResponderEliminarFelicitaciones por el blog!
muy bueno los comentarios, para bien o para mal hay que leer el erizo, felicitaciones
ResponderEliminarMaulina: Sí, estoy de acuerdo contigo que es interesante que Muriel haga pasar algunos de sus personajes de una novela a otra. Lo mismo hace Rivera Letelier y otros escritores. El peligro está, para mí, en abusar del recurso, lo que obliga cada vez al lector a investigar quién es ese personaje "en tránsito".
ResponderEliminarGracias por tu comentario:
Ana María Egert
Olacht: Tienes razón, ver para creer. Yo te recomiendo que también te consigas la película. Desgraciadamente estuvo muy poco tiempo en la cartelera de los cines. A mí me gustó muchísimo más que la novela.
ResponderEliminarGracias por tu comentario: Ana María Egert