domingo, 19 de agosto de 2018

En Busca de la Identidad


A través de Sangre Inocente, una interesante novela policial y psicológica, P. D. James (1920-2014) nos adentra,  con lujo de detalles,  en la escalofriante expedición  de una joven que necesita saber quiénes son sus padres biológicos. A lo largo de la obra, la autora británica va develando la condición humana y social en la Inglaterra de  fines del siglo XX.



Por Beatriz Berger

 

“Nadie Puede Soportar un Exceso de Realidad”


La tarde del 4 de julio de 1978, Philippa Rose Palfrey,  de 18 años, despachaba una solicitud al Registro Civil para que le enviaran un certificado de su nacimiento.  Su adopción había tenido lugar  hacía diez años y quería informarse acerca  de sus verdaderos progenitores. Este es el punto de partida de una  novela desoladora que cuenta los pormenores de la aventura emprendida por  esta joven, donde la cruda realidad echa por tierra sus expectativas. A propósito de este tema la escritora hace un valioso comentario: “Nadie puede soportar un exceso de realidad. Nadie. Todos nos creamos un mundo en el cual la vida  nos parece tolerable”. 

Secretos Emocionales

Conocedora a fondo del  ser  humano, P.D.James  va  paso a paso desenvolviendo los avatares de Philippa que, soñadora,  pensaba que era hija ilegítima de un aristócrata. Sin embargo, choca con la brutal realidad de haber sido engendrada nada menos que por un violador y una asesina. Al mismo tiempo, la autora descorre  el velo de los secretos emocionales  bien guardados de cada uno de los protagonistas a los que, finalmente,  les saca la máscara.  “Desde niña –ha dicho- era consciente del hecho de la muerte y de que mis mayores no siempre decían la verdad”.

Publicada en Nueva York en 1980 Sangre Inocente, fue un éxito en su época.  Sin embargo,  casi cuatro décadas  después, continúa  cautivando al público.  ¿Qué tiene esta novela que se lee tan vorazmente, al punto que sus 325 páginas plagadas de suspenso se recorren  volando?

Sin duda, uno de sus grandes atractivos lo consigue la pluma de P.D.James, calificada como “la reina del crimen”.  Una pluma ágil, descriptiva a fondo, que no omite detalles  al relatar los hechos y que encanta, pues no solo cuenta la historia principal, sino también   explica los pormenores que la rodean,  como los escenarios donde tienen lugar los hechos, los que se convierten en un retrato de época. De este modo, nos enteramos de los diferentes barrios y calles de la ciudad de Londres,  de los bares,  de  las costumbres de la sociedad de ese entonces, de  los  sistemas de movilización…   Por esta razón,  sus novelas han resultado muy atractivas para llevarlas al cine o la televisión. 

Retrato Psicológico


Otra de las particularidades  de Sangre Inocente dice relación con  el perfil  -interno y externo- que la autora desarrolla de sus personajes.  Podría decirse que es un relato introspectivo, un retrato psicológico,  donde no solo se llega a conocer el presente de cada uno de los protagonistas, sino también su pasado y las carencias afectivas de cada uno, lo que P.D. James expresa  con minuciosa rigurosidad.

“Sentado allí solo –leemos- en el oscuro rincón del bar, las manos unidas alrededor del vaso de cerveza, recordó el día en que por primera vez supo que era feo. Tenía diez años y tres meses (…) él estaba jugando  solo en el oscuro y pequeño corredor  (…) La puerta del bar estaba abierta y pudo oír (…)  la voz de su tío. (…) -ese chico me horroriza. Es feo con avaricia. (…). Y más adelante otra voz dice: -“No está tan mal el monstruito. Su padre sí que era un desastre (…)”.  

A fin de cuentas, sus reflexiones apuntan a la complejidad de la condición humana.  “No existen los buenos o malos de una pieza – dijo en una entrevista al Babelia en 2009-  hay muchos grises en todos nosotros”.

Ironía y Humor


Cabe señalar también que los comentarios de la autora  no están exentos de ironía e incluso humor: “Una familia de tres personas, formada por los padres corpulentos y sudorosos  y un hijo de diez años con cara de torta, aparecieron en la puerta (…)”, escribe.

P.D. James, asimismo, es capaz de expresar los sentimientos que inundan las mentes de los personajes.  “Ahora –señala- nunca se separaba del cuchillo y de los restantes útiles destinados al asesinato. No es que abrigase la esperanza de matarla durante el traslado a Londres, un tren atestado difícilmente le ofrecería la oportunidad deseada. En realidad, es que sentía la necesidad de llevar consigo el cuchillo. Ya no era un objeto que provocase  fascinación u horror, sino una prolongación conocida y poderosa de sí mismo. Cuando lo empuñaba, completaba su personalidad, le confería integridad”. 

Finalmente, resulta un placer  recorrer las páginas de Sangre Inocente, por la trama, el suspenso que provoca, los comentarios e ideas que transmite y, por cierto, la excelente  escritura. La propia autora ha reconocido que sus novelas pueden ser excitantes y entretenidas, pero que al mismo tiempo son “buena literatura”.

Biografía





Phyllis Dorothy James, nace en Oxford, el 3 de agosto de 1920, estudia en Cambridge y a los veinte años se casa con un estudiante de medicina, quien participó en la Segunda Guerra Mundial. Regresa con problemas mentales, pasando gran parte de su vida en hospitales psiquiátricos.

Siempre quiso ser escritora, pero como tuvo que mantener a su familia –su marido y dos hijas- trabaja en un hospital. Tras la muerte de su esposo es contratada como funcionaria  especialista en delincuencia juvenil del Departamento de Política Policial y Criminal (Vinculado a Scotland Yard).il. Experiencia que motivó su actividad de autora de novela negra.

Ya en su madurez, decide inscribirse en un taller literario. No podía seguir buscando excusas para desarrollarse en el ámbito de las letras.  Así, en 1962, a los 42 años, presenta su primera novela, Cubridle el Rostro, y a lo largo de su vida logra publicar más de veinte títulos, en muchos de los cuales aparece el detective y poeta Adam Dalgliesh, una de sus creaciones más famosas.

Y la Baronesa del supenso, en entrevista con «Babelia» del diario El País, en 2006, explica:

-Para mí, escribir es una vocación. Una necesidad psicológica, no financiera. El Dr. Johnson dijo que el dinero es la razón por la que una persona debe escribir. Yo nunca confié en el dinero, pensé que podía o no podía venir. Ahora, claro, los libros generan muchos más ingresos que lo que cobro de pensión. El éxito ha sido enorme.

Asimismo en la sección cultura del diario «Córdoba», en 2010, comenta con respecto de  Agatha Christie:
-Las ventas de sus novelas siguen siendo un fenómeno. Eso significa que da a la gente lo que quiere. Pero no trabajaba sus personajes profundamente y sus casos no hubieran funcionado en la vida real.


SANGRE INOCENTE

P.D.JAMES
TUSQUETS EDITORES
3ª EDICIÓN, 1989
325 PÁGINAS





jueves, 18 de mayo de 2017

La Casa de la Alegría: ¿Por qué fracasa una mujer talentosa?




Para explicarlo, esta novela escrita por Edith Wharton(1862-193) da cuenta, paso a paso, el desesperanzado descenso al infierno de la  joven treintañera y soltera, Lily Bart.  Así como seguimos sus movimientos en el ambiente adinerado de la alta sociedad de Nueva York a finales del siglo 19  y advertimos cómo ella  disfruta de sus beneficios, también sufrimos al verla sucumbir bajo las tensiones derivadas de su obsesión por calzar con ese mundo en apariencia ideal, pero falso. 
    
Antes de comenzar, sería interesante plantear la siguiente pregunta  ¿Que es la realidad? Más aun cuando el nombre de su protagonista es tan sugerente: Lily (que se asocia a lo espiritual) y Bart (vinculado al comercio e intercambio de bienes y servicios)

Como sea, la cuestión no es fácil. No importa cuánto le demos vuelta al asunto jamás llegaremos  a una respuesta final.

De hecho el tema es sumamente complejo y personal. Eventualmente la realidad no solo es  un cúmulo de hechos contundentes y contrastables por los cinco sentidos humanos como a través del razonamiento lógico y el cálculo; también es significado emocional. Asimismo encontramos ambos mundos, el material y el espiritual, junto a sus respectivas verdades, tan entrelazados en el tejido que es la vida humana con un arte especial; absurdo separar con claridad el hilado de los sentimientos e imaginación con el hilado del  mundo material y la lógica.

Pero esta visión no fue siempre así. Por muchos años se privilegió en la toma de decisiones la realidad racional por sobre la realidad subjetiva, la que era considerada dañina para el buen juicio. En consecuencia su estudio fue menospreciado y relegado. Pero hoy sabemos a ciencia cierta que de su subjetividad las personas sacan la fuerza de voluntad para actuar, para trabajar, para concentrarse, en fin para evolucionar. Solo es negativa para quienes se ven enredados en trivialidades, o son víctimas de la estupidez  o la estrechez mental, del facilismo y del auto derrotismo. 

Mientras la subjetividad sea capaz de mirar a su alrededor, abierta a la realidad de otros sentidos fuera de sí misma y esté dispuesta  a dejar a un lado lo pequeño y cercano a favor de lo más lejano es siempre beneficiosa.  

Aún así, el verdadero peligro de la subjetividad para la vida humana estriba justamente en su exclusión. En un mundo cargado a lo racional,  sin el aceite de las emociones, no será raro ver cómo algunos se ahogan en la parálisis vital. Estancadas y sin motivos personales para actuar, atrapadas en circuitos mentales cerrados y en automatismos, en un clima  así de gélido muy pronto ellos querrán morir.

 Edith Wharton retrata  a su protagonista Lily Bart como una mujer marcada desde la cuna para cumplir un destino de antemano programado, y cómo su fidelidad hacia esa maquinaria que define su identidad, le impedirá liberarse, aun cuando signifique la autodestrucción.

Si  bien, Lily nace estupendamente equipada para integrar la clase adinerada de Nueva York, -es bella, encantadora, e inteligente-,  salvo por el hecho que no tiene dinero, cosa que puede resolverse sin problemas mediante un matrimonio conveniente, -pretendientes no le faltan-  una pieza no rueda como se espera dentro de esa estupenda máquina. A pesar de sus empeños, ella no puede casarse sin amor, algo en su interior  rehúsa a dar ese paso crucial y estropea sus planes de riqueza. Su situación general, descomplicada e ideal, comienza a tambalearse. Y muy pronto esa máquina social dará inicio al proceso de su marginación.   
  
Así las cosas,  vemos a Lily en la posición del asno de Buridan, que muere de hambre,  en medio de dos fardos de heno, a un lado, sus ambiciones materiales consolidadas mediante un matrimonio por conveniencia y al otro, la realización emocional, cosa muy natural en una mujer joven el desear casarse enamorada.  Si bien ella anhela lo mejor de ambos mundos, la autora le impone una encrucijada extrema e imposible: la riqueza vs  el amor verdadero. Todo o nada. 

De tal manera la novela aborda el concepto de destino, junto al concepto de enemigo interrno, resaltando el hecho que la mente es más complicada de lo se está dispuesto a aceptar.  

Entrampada ante este dilema catastrófico, que viene a partir su vida en dos, y que supone en forma inevitable renunciar a un aspecto esencial de su existencia, la joven Lily da vueltas en círculos, sin poder articular una moral personal que sirva para distinguir lo mejor para ella.

Y para empeorar más las cosas, ella es orgullosa. Entonces mantiene en secreto su situación y no pide ayuda, tampoco reflexiona ni estudia su panorama. Termina aislándose, se torna pasiva, no actúa, y se paraliza. Es evidente, a Lily le aterra su propia existencia. Sobre todo cuando cualquiera sea su decisión final, conlleva una pérdida importante junto al  ineludible como sufrido trance del duelo y del luto.  Entonces, la joven se resiste como puede a la experiencia de duelo, e intenta por todos los medios mantener las cosas como están y eludir la elección.
    
El problema es su anemia espiritual. Imaginemos a una niñita largamente privada de cariño verdadero, creciendo en medio de sutiles y no tan sutiles  amenazas de abandono, de miradas indiferentes y hasta despreciativas,  aterrada ante la frescura de nuevos sentimientos, se resiste a tomarlos en serio, a reflexionar acerca de la naturaleza de su vida y a articularse por dentro.   El resultado es trágico: Sin nada ni nadie que la sostenga, Lily cae en una profunda depresión. 

De modo que la vemos desenvolverse como si no fuese posible hacer nada constructivo para detener la fatalidad, sin libertad interna para mover sus recursos.
   
Por su parte, la autora, tampoco ayuda. Solo se contenta con tirarle  salvavidas tramposos, los que acaban hundiéndola más y más en un abismo de soledad y desamparo sin salida.  Así pues, negada toda esperanza de transformación interior y de variación positiva, gracias a la pluma de Edith, Lily acaba fijada a su suerte. Termina perdiéndolo todo y no sobrevive.
     
El problema crucial planteado por la novela es la falta de libertad. Entrampada en su ambivalencia, enredada en trivialidades, sin fuerzas para avanzar ni retroceder, ni para expresar sus profundos anhelos de cariño largamente congelados y ser sincera, la joven pierde su fuerza vital. Le es imposible romper las ataduras con una existencia que hace tiempo perdió su sentido. En consecuencia pierde su equilibrio, se enreda en banalidades, se codea con tramposos y se va a la bancarrota.  

¿Por qué fracasa una mujer talentosa? O ¿Dónde está la alegría?

Esta vez la respuesta final cae en el lector.     


martes, 25 de abril de 2017

HISTORIA DE UNA MANIPULADORA






El  afán de poder cruza las páginas del libro de Muriel Spark  «La Plenitud de la señorita Brodie»  (Editorial Pretextos, Valencia, 2010, 173 páginas), donde la protagonista es una maestra transgresora para la época, que tiene gran influencia sobre sus alumnas, a las que califica como “la crème de la crème”.


Por Beatriz Berger 

Considerada la obra maestra de Muriel Spark (1918), la novela se desarrolla a fines de los años veinte, principios de los treinta, en la localidad de Edimburgo. La señorita Brodie es profesora  en una exclusiva escuela femenina y tiene un punto de vista especial para la época: afirma que la palabra educar  proviene de la raíz latina e, que viene de ex, que significa 'sacar', y de duco, que significa 'guiar'. “Para mí –dice-, la educación es sacar lo que ya está dentro del alma de una alumna". Así, sus clases son fuera de lo común y las disfrutan sus alumnas. Acude con ellas a los museos, conciertos y ballets. Además recorren lugares de la ciudad que por su condición social nunca habrían conocido. En definitiva les muestra otros horizontes, diferentes  a los establecidos en el plan escolar. Por ello, cuando hace clases, debe disimular que está hablando de política, de sus viajes a Italia o recordando experiencias personales y siempre mantiene en el pizarrón unas fórmulas matemáticas. 

A fin de cuentas, la señorita Brodie, quien asegura que se encuentra en la plenitud de su vida, es un ser atrayente, pero al mismo tiempo estereotipado, de ideas extremas, que no ha podido concretar su relación afectiva con los pretendientes que han surgido en su camino ni tampoco con sus discípulas y menos con las autoridades del colegio donde trabaja.

Así, resulta compleja la relación entre esta mujer de avanzada y sus seis alumnas favoritas, sobre las cuales ha desarrollado un cierto poder. Poder del que las niñas se irán sacudiendo en la medida que crecen y sus destinos serán distintos a los previstos.

Saltos en el Tiempo


Por otro lado, en el ámbito estructural, resultan interesante, los saltos en el tiempo que experimenta la narradora con sus personajes, pues no vacila en adelantar, en algunos casos, el futuro de ellos, sin perder el interés del lector, sino por el contrario, dándole agilidad  a su obra.
Se trata de una novela rápida que discurre entre las propuestas de la señorita Brodie y las reacciones del entorno y de sus alumnas que llegan a escribir una novela con la vida sentimental, imaginada desde luego, de su peculiar maestra.

No obstante, la intenciones de la señorita Brodie hacia sus niñas -que pertenecen a la “crème de la crème”-, al compás de los acontecimientos, se van volviendo maléficas, siniestras.   Increíble la escena donde el profesor de dibujo, enamorado de la señorita Brodie, pinta a sus seis alumnas tras cuyas facciones se percibe el rostro de la maestra. Metáfora que explica el dominio de ésta sobre las niñas e incluso sobre el pintor. Sin embargo, paso a paso, los  hechos y la vida misma, le van doblando la mano a la protagonista, ya que sus  “manipuladas”, comienzan a escapársele de las manos y cada una finalmente hace lo que realmente desea.

Una obra interesante, muy bien escrita que nos habla del afán de poder que siempre existe entre los seres humanos, aunque no lo parezca y no siempre se dé a conocer con claridad, pero que hay que tener en cuenta en la sociedad que habitamos, donde cada cual intenta dominar al otro.   

















jueves, 23 de junio de 2016

                                

                                 BOLAÑO EN SUS PALABRAS   

    



Con la espontaneidad y el ingenio que le caracterizaba, el autor chileno en sus conversaciones periodísticas opinaba sin  restricciones sobre todos los temas en especial acerca  del humor, la literatura, la enfermedad y hasta de su propia muerte, anunciada.  


Por Beatriz Berger  

Resulta interesante rescatar el pensamiento de Roberto Bolaño (Santiago, abril de 1953-Barcelona, julio de 2003) a través de las entrevistas que respondió a lo largo de su intensa vida. Rescate que Andrés Braithwaite emprendió a través de “Bolaño por sí mismo. Entrevistas escogidas” (Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2011. Prólogo de Juan Villoro).

A lo largo del libro se va develando  la profundidad con que este novelista, cuentista y poeta enfrentaba su profesión. “El único deber de los escritores –decía–  es escribir bien y, si puede ser, algo mejor que bien, intentar excelencia”. Y más adelante sentenciaría: “Todo escritor debe tratar de escribir una obra maestra”. 

“Por encima del humor, solo está el amor”


Pero el sentido del humor, negro a veces, fue una de sus vetas más características y el mismo consideraba que junto a la ironía siempre lo preservaron de muchas cosas.  Así recuerda los entretelones de su detención en el Sur de Chile después del Golpe de Estado:

-Estuve detenido ocho días, aunque hace poco, en Italia, me preguntaron: ¿Qué le pasó a usted? ¿Nos puede contar algo de su medio año de prisión?  Y eso se debe al malentendido de un libro en alemán donde me pusieron medio año de prisión. Al principio me ponían menos tiempo. Es el típico tango latinoamericano. En el primer libro que me editan en Alemania me ponen un mes de prisión; en el segundo, en vistas de que el primero no ha vendido tanto, me suben a tres meses; en el tercer libro, a cuatro meses; en el cuarto libro, a cinco meses y como siga, todavía voy a estar preso.

Incluso, cuando en algún momento de su vida llegó a pensar que se estaba volviendo loco, reconoce haberse salvado por el humor
-Me contaba historias que me volvían loco de risa. O recordaba situaciones que hacían que me tirara al suelo a reírme.
Y reflexiona:
-Para mí el humor es una de las cosas más importantes del mundo. Pienso que, en jerarquía, por encima del humor sólo está el amor. En ese sentido, coincido con los surrealistas. El humor negro nos hace permanecer sanos, es el arma para transformar la vida desde la cotidianeidad.


“La literatura me ha producido riqueza”


Acerca de la lectura, una de sus grandes pasiones comenta:
-En mi vida –dice-  que ha sido más bien nómada y de una pobreza extrema en ocasiones, leer ha contrapesado esa pobreza y ha sido mi soberanía y ha sido mi elegancia. Podía estar en cualquier situación, y si leía a Horacio, por ejemplo, el dandi, el que estaba viviendo por encima de sus posibilidades, era yo, siempre. La literatura a mi me ha producido riqueza. Es riqueza.

Sobre la trascendencia de los escritores mayores o menores asegura que dentro de cuatro millones de años o diez millones de años va a desaparecer el escritor más miserable del momento en Santiago de Chile “pero también va a desaparecer Shakespeare, va a desaparecer Cervantes. Todos estamos condenados al olvido, a la desaparición no sólo física, sino a la desaparición total: no hay inmortalidad.  (…) en el gran futuro, en la eternidad, Shakespeare y Menganito son lo mismo, nada”.   

-Pretender aspirar a la posteridad –concluye- es el mayor absurdo imaginable, es un trabajo de amor perdido, como diría Shakespeare.


Claridad de la estructura


Según Bolaño cada texto exige su forma. “Hay argumentos o situaciones que piden una forma traslúcida, clara, limpia, sencilla, y otros que sólo pueden ser contenidos en formas y estructuras retorcidas, fragmentarias, similares a la fiebre o al delirio o a la enfermedad”, comenta.

-La estructura –agrega-  jamás es un recurso superfluo. Si la historia que narras es inane o está muerta o es archisabida, una estructura adecuada puede salvarla (aunque no por mucho tiempo, eso también hay que reconocerlo), en tanto que una historia muy buena, si está contenida en una estructura, digamos, periciclitada, no la salva ni Dios.

-Antes de la estructura –afirma- aparece el argumento, una masa informe donde solo late la sangre, la experiencia, laten las imágenes; es como una pesadilla sincopada. Y la estructura es la manera de que se haga literariamente legible, claro, porque tampoco me interesa contar mis pesadillas.

A propósito, recuerda que su única novela inédita tenía cuatrocientas páginas, pero al llegar a la última se dio cuenta que le  “había salido una mierda insalvable”. Se juró, entonces, “que nunca más iba a escribir una novela sin tener clarísima la estructura, la forma y el argumento, es decir, sin tener la historia escrita en la cabeza a mi gusto”.

Asegura, por otra parte, que los temas siempre son los mismos, “desde la Biblia y desde Homero. Según Borges, no son más de cinco.  En las estructuras, por el contrario, las variantes son infinitas”.

Pornografía de la enfermedad


En 1992 a Roberto Bolaño se le diagnosticó una grave enfermedad. “Supe que no era inmortal –declaró- lo cual, a los 38 años, ya iba siendo hora de que lo supiera”.

Cuando Rodrigo Pinto, en entrevista publicada en El Mercurio, abril de 2003, le preguntó cómo le afectaba  la enfermedad en su vida cotidiana señaló:
-Bueno, me suelo desmayar en las plazas públicas, lo que resulta muy poético y, además, me recuerda un poema de Parra. Eso es magnífico: vivir como un turista en el interior de un poema de Parra. Otra cosa es cuando me desmayo en los trenes. Allí el despertar es distinto, siempre te encuentras rodeado por una multitud que te echa aire, que te recomienda bajarte en la próxima estación, que invariablemente no es tu estación, etcétera. Por lo demás, no me afecta en nada.
-Mi salud mental –acota–  no está muy afectada, lo que no es poco para los tiempos que corren, y aunque ahora me canso mucho más que antes, en verdad muchísimo más que antes, mi salud física, por llamarla de algún modo, tampoco ha caído en picada. En realidad, cuando uno habla de la salud, sobre todo de su propia salud, debe ir con mucho cuidado, sobre todo si lo que uno intenta es no hacer pornografía.

Más adelante, en otra conversación, ahonda en este tema:
-Hay que tener mucho cuidado con la pornografía de la enfermedad, que no es, precisamente, la vergüenza del propio cuerpo o de las miserias del propio cuerpo, sino, por ejemplo, la avaricia de la salud. Hablo de aquellos que atesoran salud   o que cuidan su cuerpo como si fuera un tesoro, de aquellos que construyen su cuerpo como si fuera la Capilla Sixtina, algo que me parece vomitivo, porque el destino de todo cuerpo es envejecer y luego desaparecer. Uno debería vanagloriarse de un gusto exquisito, jamás de una salud exquisita.


“Preferiría no morirme”


“¿En qué momento crees que habría que morirse?” le consultaron en 2001 y respondió:
“Nunca. O lo más tarde posible. Eso pensaba antes. Ahora creo que antes de que se te                 muera un hijo”.
Sin embargo, aseguró que antes del fin, no deseaba hacer ninguna cosa en especial. “Preferiría no morirme, claro. Pero tarde o temprano la distinguida dama llega. El problema es que a veces no es una dama ni mucho menos es distinguida, sino más bien, como dice Nicanor Parra en un poema, es una puta caliente, que es algo que hace dar diente con diente al más pintado”. 
Y en otra de sus respuestas decía a Andrés Gómez -tal vez en una de sus últimas entrevistas en 2003 para el diario La Tercera-, que le gustaría morirse en plena lucidez y no “como Volodia Teitelboim, haciendo tonterías. Ya tengo 50 años, joven ya no soy. Cuando de verdad era joven, pensaba que los de 50 años eran unos viejos. Y si hay algo que no tengo es autocompasión. Las cosas son como son y ya está, lo cual no quiere decir que no me gustaría tener un poco más de tiempo, sobre todo por mis hijos. Pero sé que veinte años es mucho pedir. De cualquier forma, todo puede pasar: lo único que no haré es la siutiquería de Donoso, que pidió que le leyeran párrafos de Altazor en su lecho de muerte.


                                  

                            Apuntes sobre la Enfermedad          

                                       

Con relación a su problema de salud, Roberto Bolaño escribió un ensayo titulado “Enfermedad + Literatura” dedicado a su doctor, el hepatólogo Víctor Vargas. Allí reflexiona  en profundidad acerca del mal que le aquejaba. A continuación seleccionamos algunos párrafos de su texto.

Por Beatriz Berger

“No hace mucho tiempo –escribe– al salir de la consulta de Víctor Vargas, mi médico, una mujer me esperaba junto a la puerta confundida entre los demás pacientes que formaban la cola. Esta mujer era una mujer bajita, quiero decir de corta estatura, cuya cabeza apenas me llegaba a la altura del pecho (…) la visita, demás está decirlo había ido mal, muy mal; mi médico sólo tenía malas noticias (…) Yo me sentía, no sé, no precisamente mareado, que es lo usual en estos casos, sino más bien como si los demás se hubieran mareado y yo fuera el único que mantenía una especie de calma o una cierta verticalidad.

(…) la mujer bajita (…) se me acercó y dijo su nombre, la doctora X, y luego pronunció el nombre de mi médico, mi querido doctor Vargas (…) estaba al tanto de mi enfermedad o del progreso de mi enfermedad y deseaba incluirme en un trabajo que ella estaba haciendo. (…) Me explicó (…) que se trataba de que yo hiciera algunos tests que tenía preparados. (…)

Por supuesto, me esmeré mucho en hacerlas bien, como si quisiera demostrarle a ella que mi médico estaba equivocado, vano esfuerzo, pues aunque realizaba las pruebas de forma impecable la pequeña japonesa permanecía impasible, sin dedicarme ni la más mínima sonrisa de aliento. De vez en cuando, mientras ella preparaba una nueva prueba, hablábamos.  Le pregunté por las posibilidades de éxito de un trasplante de hígado. Muchas posibilidades, dijo. ¿Qué tanto por ciento?, dije yo. Sesenta pol ciento dijo ella. Joder, dije yo, muy poco. En política es mayolía absoluta, dijo ella.

Una de las pruebas, tal vez la más sencilla, me impresionó mucho. Consistía en mantener durante unos segundos las manos extendidas de forma vertical, vale decir con los dedos hacia arriba, enseñándole a ella las palmas y contemplando yo el dorso. Le pregunté qué demonios significaba ese test. Su respuesta fue que, en un punto más avanzado de mi enfermedad, sería incapaz de mantener los dedos en esa posición.   Éstos, inevitablemente, se doblarían hacia ella. Creo que dije: Vaya por Dios. Tal vez me reí. Lo cierto es que a partir de entonces ese test me lo hago cada día, esté donde esté. Pongo las manos delante de mis ojos, con el dorso hacia mí, y observo durante unos segundos mis nudillos, mis uñas, las arrugas que se forman sobre cada falange. El día que los dedos no puedan mantenerse firmes no sé muy bien qué haré, aunque sí sé qué no haré. Mallarmé escribió que un golpe de dados jamás abolirá el azar. Sin embargo, es necesario tirar los dados cada día, así como es necesario realizar el test de los dedos enhiestos cada día”.   (…)  
                     


 Enfermedad y Viajes


 “Realmente, es más sano no viajar, es más sano no moverse, no salir nunca de casa, estar bien abrigado en invierno y sólo quitarse la bufanda en verano, es más ano no abrir la boca ni pestañear, es más sano no respirar. Pero lo cierto es que uno respira y viaja. Yo, sin ir más lejos, comencé a viajar desde muy joven, desde los siete u ocho años, aproximadamente. Primero en el camión de mi padre, por carreteras chilenas solitarias que parecían carreteras posnucleares y que me ponían los pelos de punta, luego en trenes y en autobuses, hasta que a los quince años tomé mi primer avión y me fui a vivir a México. A partir de ese momento los viajes fueron constantes. Resultado: enfermedades múltiples.

De niño, grandes dolores de cabeza que hacían que mis padres se preguntaran si no tendría una enfermedad nerviosa y si no sería conveniente que emprendiera, lo más pronto posible, un largo viaje reparador. De adolescente, insomnio y problemas de índole sexual. De joven, pérdida de dientes que fui dejando, como las miguitas de pan de Hansel y Gretel, en diferentes países; mala alimentación que me provocaba acidez estomacal y luego una gastritis; abuso de la lectura que me obligó a llevar lentes; callos en los pies producto de largas caminatas sin ton ni son; infinidad de gripes y catarros mal curados. Era pobre, vivía a la intemperie y me consideraba un tipo con suerte porque, a fin de cuentas, no había enfermado de nada grave. Abusé del sexo pero nunca contraje una enfermedad venérea. Abusé de la lectura pero nunca quise ser un autor de éxito. Incluso la pérdida de dientes para mí era una especie de homenaje a Gary Snyder, cuya vida de vagabundo zen lo había hecho descuidar su dentadura. Pero todo llega. Los hijos llegan. Los libros llegan. La enfermedad llega. El fin del viaje llega”. 







martes, 3 de mayo de 2016



Roberto Bolaño (1953-2003):





Una Estrella Distante


Recuerdos de una entrevista con el autor chileno donde recalca la importancia de la estructura en cada uno de sus libros y el valor de la poesía en su creación literaria. Comentamos al mismo tiempo  los  correos electrónicos intercambiados con el autor de “Los detectives salvajes”, quien murió cuando solo tenía cincuenta años.



Por Beatriz Berger

Mi primer contacto con Roberto Bolaño fue en 1998, a través de Jorge Herralde de Anagrama, editorial donde publicaba sus libros. Herralde me consiguió su teléfono para concertar una entrevista con él, la que fue publicada el 28 de febrero de ese mismo año, en la “Revista de Libros” del diario El Mercurio, donde yo trabajaba. Conversamos de literatura y de algunos de sus libros publicados hasta ese momento. Fundamentalmente de “Llamadas Telefónicas”, “La literatura Nazi en América” y “Estrella distante”. En todo caso, ya tenía terminada su novela “Los detectives salvajes”, que se publicaría muy pronto y trabajaba en “Amuleto”. En ese entonces, diría que Bolaño era mucho más conocido y reconocido en España que en Chile. Pero él seguía considerándose “tan clandestino y sudaca como antes”, con la única diferencia que ahora ganaba más.


Estructura de Hierro


Si bien en la entrevista nos paseamos por diversos temas, lo que realmente me impresionó fue su preocupación por la estructura de cada libro. Al punto que me dijo, sin arrogancia, que él escribía bien y a la primera, pero que si lo escrito no calzaba con la estructura, corregía hasta hacerla calzar, pues de lo contrario, llegaría a escribir miles de páginas y la historia se le escaparía de las manos. (Corregía incluso para que pareciera que no había corregido). Creo que esta estructura “de hierro” –como él la llamaba– es la que sustenta sus escritos y le ha permitido que su creación se encuentre en el nivel que está, pudiendo así provocar todos los juegos literarios que hace, incluso de pasar personajes de un  libro a otro. Señaló también que, en última instancia, su mayor inquietud era que su hijo Lautaro, en ese momento de siete años, estuviera bien “y si lo consigo –decía– yo ando casi casi cantando de felicidad”.

Esta entrevista que fue, tal vez, una de las primeras publicadas en Chile, lo dejó contento. Al punto que me escribió  una nota en marzo de 1998 desde Blanes, donde residía, que en una de sus partes dice: “Querida Beatrix, Beatrice, Beatriz Berger: Gracias por la entrevista, me gustó mucho, sobre todo porque, gracias a ti, parezco menos tonto de lo que en realidad soy, o más inteligente, que no es lo mismo, pero casi”.

Varios meses después de esta conversación, en noviembre de 1998,  me encontré –en forma personal– con él cuando vino a Chile. Nuevamente se refirió a  “Los Detectives Salvajes”, novela que al año siguiente –en 1999– ganaría el Premio Rómulo Gallegos. Habló fundamentalmente de su estructura, que permitía separarla en tres partes. De este modo, se podía unir la primera con la tercera, constituyendo una novela por sí sola, al igual  que la segunda parte, es decir la del medio, que también se podía leer de manera independiente.

Asimismo, confidenció acerca de la preparación de un libro sobre el toreo que lo tenía leyendo obras de tauromaquia y de la increíble transformación que experimenta el torero cuando está en la arena.  En este caso, se refirió a la investigación del  lenguaje que implicaba este tema.

También recordó su encuentro con Nicanor Parra, a quien consideraba “el mejor poeta vivo de la lengua castellana”, señalando, además, que conocerlo había sido una experiencia fuertísima para él. “Nicanor –cuenta– abría una puerta corredera y la cerraba. Yo intenté hacerlo y ni se movía. Dios mío dije ¿será la emoción la que me ha aflojado los músculos?”

Después de esta conversación, mantuve contacto profesional por correo electrónico con Roberto, ya que ocasionalmente le pedía colaboraciones para la “Revista de Libros”. En este intercambio de mail solía deslizar, a veces, información sobre las circunstancias que lo rodeaban. “Desde 2001 –contaba con emoción en agosto de 2002– hay uno más en la familia. Una niña muy inteligente y guapa”. Y en otra misiva del mismo mes agregaría: “En lo que respecta a los hijos, qué puedo decirte, para mi es lo único importante que he hecho en mi vida”.


Exangües Fuerzas


Pero sus comentarios también se dirigían a sus múltiples actividades, así en octubre de 2002 se explayaba sobre ellas. “Tengo un mes de noviembre agitado: taller de cuentos en Madrid, una semana, luego unas clases en Barcelona, luego un seminario sobre mi obra en Poitiers, luego otro seminario de bolañólogos en Berna, de donde saldrá un libro, para finalmente ir de rodillas a la tumba de Joyce en Zurich y clamar al cielo warum? warum?”

Su trabajo literario, por cierto, era otra de las inquietudes que daba a conocer en pocas palabras. “Mi meganovela sigue creciendo. Pero la que crece de verdad, con  belleza en verdad, y sabiduría de verdad, es mi niña que ya ha cumplido un año y medio”, escribía en octubre de 2002 y se refería asimismo a sus intenciones de venir a Chile a tomar sol e ir a la playa.

Acerca de sus colaboraciones, era enfático en exigir que no le metieran tijeras a sus textos aunque estuvieran largos.  En tal caso, prefería que no los publicaran. En junio de 2003 le pregunté si le interesaría escribir un artículo acerca  de “La Tirana” de Diego Maquieira, pues se cumplían veinte años de su publicación. Me respondió que sí, pero me preguntó de qué extensión debería ser. Le respondí que podía escribir 1.400 palabras. “Cuando me dices 1400 palabras –respondió con humor– es como si me recitaras un cuarteto en chino clásico. ¿Cuántas páginas es eso?” Le aclaré que equivalían aproximadamente a tres páginas y media tamaño carta.

No obstante, el 10 de junio de 2003 precisamente, me llegó un correo donde explicaba su debilidad física. “Creo que son demasiadas páginas para mis exangües fuerzas. Lo estuve intentando este fin de semana, pero no me salió nada decente, sino más bien todo lo contrario. Recibe un  beso. Roberto”. Este fue su último correo. Aproximadamente un mes después, el 15 de julio de 2003, moría Roberto Bolaño, quien pese a ser un gran novelista, se consideraba un poeta, pues como me dijo en la entrevista, “de los únicos trabajos literarios de los que yo estoy absolutamente seguro, deben ser tres o cuatro poemas”.





miércoles, 21 de octubre de 2015

Marta Brunet (1897-1967): Una Escritora Escandalosa

Atreviéndose a desafiar las convenciones de su época,  la autora chilena, irrumpe en las letras nacionales con su novela Montaña Adentro, 1923, siendo aclamada por la crítica pero al mismo tiempo acusada de inmoral y hereje por la sociedad del siglo pasado. Más adelante con Amasijo, 1962,  -con la cual cierra su ciclo novelístico- vuelve a sorprender al tratar la homosexualidad,  un tema tabú en ese entonces.


Por Beatriz Berger

¿Qué tenía Montaña Adentro que provocaba tanto escándalo?
El libro relata la historia de doña Clara y su hija Cata, que se desempeñaban como cocineras de los trabajadores en una zona rural del sur de Chile. “Bravas para el trabajo  se daban maña para amasar, cocinar, tostar y moler trigo, dejando aún  tiempo libre para hilar lana y tejer pintorescos choapinos (…)” El único tormento de doña Clara era la afición de la muchacha por “chacotear con los guainas”. Y así fue como un día  Cata confidenció: “¿Sabe iñora que voy a tener guagua?”

Finalmente, la joven logra  encontrar un hombre bueno, Juan Oses, que quiere casarse con ella y cuidar a su niño. Pero “la fataliá” persigue a ambas mujeres y el pretendiente es injustamente perseguido por San Martín, un famoso cuatrero que luego de una larga condena había conseguido una plaza en carabineros.

Si bien hoy día, a más de noventa años después de la publicación de Montaña Adentro, la obra provoca admiración no sólo por rescatar, a través de la trama, costumbres tradicionales del campo chileno, sino también por  resguardar el lenguaje del campesino, pareciera que en 1923, relatar la historia de una mujer coqueta y madre soltera por añadidura, estremecía a los chillanejos. Más aún, porque la historia era contada por una joven soltera de 26 años.

-Las señoras beatas de Chillán armaron un lío tremendo,-recuerda la propia Marta Brunet  en una conversación con la Revista Zig-Zag del 1º de diciembre de 1961- acusándome de inmoral y de hereje. Las niñas de las familias bien, recibieron orden de quitarme el saludo. En medio de tanta amargura, hubo un sacerdote español, el padre Nicolás Marín, que salió hidalgamente (¡qué menos de un caballero hispánico!) en mi defensa. Fue a ver a mis consternados padres, y les  probó que si yo escribía, era porque estaba poniendo en juego un don de Dios, y que lo incorrecto sería, justamente, poner cortapisas a una vocación que era su mejor regalo”.

Y más adelante el sacerdote agrega: “Lo que Martita ha escrito no es  inmoral ni blasfemo, puesto que ella se ha limitado a mostrar algunos aspectos sombríos de la vida, que en realidad existen y que ningún cristiano puede desconocer (…)”

Literatura con Sello Femenino

  
No obstante, Omer Emeth, Armando Donoso, Raúl Silva Castro y otros críticos del momento recibieron “muy bien la obra, reconociéndola como una pionera de la literatura femenina y una excelente exponente del verdadero criollismo, por el lenguaje popular campesino, por la atmósfera de olores, sonidos y colores”, dice Carmen Balart en Narrativa Chilena Femenina, (Santillana, Santiago, 1999).

-La literatura femenina empieza a existir seriamente en Chile con iguales derechos que la masculina el año 1923, cuando aparece Montaña Adentro, de Marta Brunet -señala Hernán Díaz Arrieta en su Historia Personal de la Literatura Chilena (Zig-Zag, Santiago, 1954)-. La sorpresa de todos fue enorme. Se esperaba una novelita de una señorita muy compuesta; se halló una recia obra, audaz, sólida, hecha de duros metales, inatacable en su brevedad.  El dominio de la lengua castiza y sabrosa, competía allí con el conocimiento de la vida. ¡Y qué mirada clara, recta, audaz para enfrentarla! Nada se había visto hasta entonces dentro de su género: se habló de Maupassant”. 

¿Cómo surgió la publicación de Montaña Adentro? En  la misma entrevista a Zig-Zag la autora cuenta que en Chillán tenía  una especie de Ateneo “sumamente local” donde se reunía con un grupo de escritores con los cuales formó una editorial. El primer volumen que publicaron fue un libro de versos de un amigo llamado Absalón Baltasar. “Ni corta ni perezosa se lo despaché a Santiago a Hernán Díaz Arrieta, con una elocuentísima carta que pareció haberle caído muy bien a Alone. (…) Me contestó diciéndome que los versos de mi amigo eran muy malos, pero que mi carta le revelaba la existencia de una verdadera escritora. Terminaba pidiéndome algo en prosa”.

Después de enviarle otra carta a Alone con sus propios poemas y recibir como respuesta que sus versos eran tan malos como los de su amigo, “no me quedó otra cosa que quemar mis pobres poemas  y enviarle al terrible crítico los originales de una novelita que tenía muy escondida”. La respuesta no se hizo esperar “y fue tan exaltada, que yo miraba para los lados, creyendo que se trataba de otra persona. (…) Alone decía, ya  en el paroxismo de la exaltación: «¡Dan ganas de echar al vuelo las campanas cuando nace un escritor de la talla de Marta Brunet!»”

Y el vuelo de campanas animó su carrera literaria, motivándola a continuar con publicaciones de numerosos cuentos, novelas, artículos, que de una u otra manera muestran diferentes caras de la realidad en Chile, en especial de la mujer y de su situación desprotegida con respecto del hombre.

Es, por ejemplo, el caso de María Nadie (1957), donde además incursiona en asuntos que no se mencionaban en esos tiempos, como es la vida sexual. Y lo hace en profundidad, analizando tanto aspectos psicológicos como sociológicos, para dar vida a unos personajes de carne y hueso, bien ambientados en su medio. Al punto que en la estructura de la novela, da cabida a una extensa presentación de algunos de sus protagonistas en las primeras cincuenta páginas del libro –cuando la obra tiene 159 páginas-, presentaciones que, en alguna medida, fundamentan el actuar futuro de cada uno de ellos, logrando atrapar al lector con sus vicisitudes.

Una Mujer Sola y sin Familia es Sospechosa


“María Nadie” o “Mala pájara” –como era apodada María López, en el pueblo de Colloco, donde llegó a trabajar como telefonista- es sin duda una mujer  que se escapa de los cánones de su tiempo: muy joven se independiza de su familia y se mantiene con su trabajo. Situación  mirada con sospecha en el mundo en que vive y de la cual uno de sus pretendientes se aprovecha para convertirla en su amante, pero sin ningún compromiso de por medio.  Llega a Colloco con este pasado sobre sus hombros y, como en todo pueblo chico, es el centro de los pelambres: “Una mujer sola, sin familia, es siempre sospechosa. Sabe Dios qué pájara será ésta”, comenta una mujer del lugar.
 
Los personajes  femeninos de Marta Brunet en este libro, son tristes, con una mirada desolada del mundo masculino que las rodea, puesto que los hombres que aparecen son prepotentes, autoritarios, superficiales, egoístas, sin empatía, manipuladores y hasta malvados que pretenden ser amos y señores y cuyas expectativas son, “ganar dinero, economizar,  formarse una situación sólida, educar convenientemente a los hijos, dar una carrera a los hombres y casar ventajosamente a las mujeres”.

Por otro lado, en su novela La Mampara (1946), presenta a Carmen, una mujer que no se resigna a ser parte de una familia venida a menos y aparenta vivir como antes, al extremo que hace enormes esfuerzos por mantener un teléfono en su hogar, mientras su madre viuda y su hermana trabajan para dar sustento a la familia. Viven en una vieja casa que posee una mampara con vidrios de colores, que recuerda su pasado glorioso y que es la muda presencia de los aconteceres familiares. Aparece aquí la veta poética de Marta Brunet en las detalladas descripciones, casi cinematográficas, que logran pintar las atmósferas que rodean a los personajes de la novela. Encontramos asimismo, el deseo masculino de poseer a la mujer, pero sin mayores compromisos. Así es como Hans, le propone descaradamente a Carmen tener una aventura antes de relacionarse con ella. “Que sea otro el primero. Que las responsabilidades las arriesgue otro. Pero yo no te pierdo de vista, estoy ahí, en la sombra”.

Tiranía Materna

Así, sus personajes, los va desarrollando de acuerdo a las circunstancias que los rodean. Y para ello los describe minuciosamente, llegando a encontrar su alma.  De modo que no resulta sorpresivo que éstos tengan tales o cuales características psicológicas como resultado de sus experiencias vividas.  Entonces, no es raro que Julián, el protagonista de Amasijo (1962),  llegue a ser homosexual, pese a las batallas desplegadas consigo mismo. Cabe señalar que el tema de la homosexualidad era tabú en la época de la publicación de este texto. A propósito de la novela, leemos en  Ercilla del 11 de julio de 1962:
-La homosexualidad es un tema que en Hispanoamérica suele tratarse superficialmente o, lo que es peor, románticamente. A veces aparece como tema incidental en novelas argentinas o brasileñas y en Chile,  después de Augusto D’Halmar, también ha sido tratado por María Elena Gertner en algunos de sus personajes secundarios.
Julián es hijo único y póstumo de un viejo cincuentón con fortuna y de una quinceañera, Emelina, quien además de preciosa es irresponsable. Cuando sólo llevan un mes de casados, sus padres sufren un accidente donde  muere el progenitor  y su madre, embarazada, queda con secuelas de por vida.  
Dibujo de Marta Brunet de Manuel Angeles Ortiz

De allí en adelante, se inicia la historia de Julián, el hijo que daría a luz  y al que ella criaría como a una niñita a la que apodaba “ricitos de oro” y vestía de rosado. Era tal su apego a este pequeño que no lo dejaba ir a ninguna parte, incluso no lo mandaba al colegio, lo que fue posible gracias a la intervención del cura del lugar, quien en alguna medida hizo el rol de padre.   Cuando Julián tiene solo ocho años muere la madre y él continúa su educación hasta llegar al bachillerato, sin decidirse a estudiar ninguna profesión ni tener grandes  ambiciones, porque lo embarga  una profunda tristeza  y no le es posible desligarse de esa verdadera tiranía materna que reaparece en las distintas situaciones de su vida. Hasta que descubre la posibilidad de salirse de sí mismo y expresarse a través de sus obras de teatro que se presentan con mucho éxito.

¿Ser o Tener?


Marta Brunet, sin duda, es una escritora prolija. Prolija porque trabaja a fondo cada uno de sus protagonistas, los que llegan a convertirse en verdaderos arquetipos humanos. Así, en Humo hacia el Sur, la autora nos presenta –a diferencia de otros de sus escritos-  a Batilde, una mujer  con algunas características masculinas, cuyas expectativas están puestas en el deseo de poder e interés por el dinero. “Ser es tener y todo lo demás humo, humo que se lleva el viento”, dice.  Pero también la motiva la carrera política de su marido, Manuel de la Riestra, un hombre impotente, apabullado primero por su madre y luego  por las ambiciones de su mujer. En un momento de desahogo de la Riestra llega reconocer: “Mi vida no la he vivido yo”. Y más adelante otro sujeto que aparece en el texto reflexiona: “Todos somos juguetes de fuerzas oscuras que en un momento determinado nos manejan, desgraciadamente”.

Al ritmo de los avances de esta historia aparecen, por cierto,  curiosos y complejos personajes que van descubriendo sus heridas, sacando sus máscaras, dando a conocer sus verdades, encubiertas por las apariencias. La Moraima, Pedro Molina, Paca Cueto, Ernesto Pérez y otros, recorren las páginas de  esta obra que, en definitiva, nos muestra como todos, en alguna medida, vivimos en la ficción  sin darnos cuenta de la realidad  que nos circunda. Porque ésta puede ser muy cruel y exige enfrentar desafíos para no caer en la negación de sí mismo.

Realidad y ficción a fin de cuentas son los dos elementos que, separados por una delgada línea,  se entrelazan en Humo Hacia el Sur, donde no resulta fácil descubrir lo auténtico, lo que es “de veras”, como reflexiona una de las protagonistas.

La construcción de este ámbito literario, se concreta en un pueblo imaginado por la escritora, quien abunda en detalladas descripciones de paisajes, de los interiores de las viviendas y vericuetos de la ciudad para conseguir así darle verosimilitud y vida a su creación. Al punto que el gran personaje de esta novela, llega a ser el pueblo, donde la posible construcción de un puente y sus repercusiones remecen a la comunidad. 


Veta Cuentística

Con sus grandes ojazos celestes bien abiertos y la sensibilidad a flor de piel, Marta Brunet miraba el mundo con su propia visión femenina, lo que le permitía poner el acento en situaciones desconocidas, no tomadas en cuenta por la literatura local hasta ese momento. Y aunque la autora chillaneja destacó con su novelística, también lo hizo con sus cuentos, los que dio a conocer a lo largo de su vida.
Lo atestigua Gabriela Mistral en sus Recados Contando a Chile (Editorial del Pacífico, Santiago, 1957) al referirse a sus escritos: “Cada relato –escribe- es un verdadero documento social que muestra desde la perspectiva femenina, la relación hombre-mujer, en su cabal desencuentro e incomprensión, mostrando una educación que no toma en consideración la idiosincrasia del niño o de la niña que se hace hombre o mujer, sino que los amolda a un mundo de estructura masculina”.
Uno de sus cuentos más impresionantes es La Soledad de la Sangre en el cual la protagonista -casada a los quince años con un hombre mayor elegido por su padre porque “había que casarla cuanto antes”- logra crear un  mundo muy particular que la lleva hacia otras latitudes más felices. Y lo logra a través de la adquisición de un fonógrafo con dos discos. Cuando estaba sola, lo encendía con la certeza de “estar perdiendo el tiempo”  -como le decía su marido- y “rebulléndole en el pecho un espiral de gozo, se dejaba sumergir en la música dulcemente”.  Así, cuando el esposo se iba a acostar, se acostumbró a dejarse llevar por la melodía, “y súbitamente todo en su contorno se abolió, desapareció sumergido en la estridencia de las trompetas y el redoble de los tambores, arrastrándola hacia atrás en el tiempo”.  Aparece en esos momentos de introspección, lo bello, lo lúdico, lo soñado, lo amado… Y cuando llega el momento de defender ese ámbito espiritual, poético y privado que ha construido como un mecanismo de evasión de su realidad de mujer sometida, lo hace como una leona.

Multifacética Creadora


Con respecto a La Soledad de la Sangre, el crítico Angel Rama comenta desde Montevideo en 1967: “No había duda de que era una mujer la que miraba al mundo (…) Lo miraba desde el ángulo de unas mujeres nuevas que entonces estaban apareciendo en América Latina rehusándose a vestir el traje convencional que unos hombres también convencionales les habían cortado, y hasta rehusándose a ser mujeres ya que aspiraban a convertirse en seres humanos”.
También Marta Brunet escribió cuentos para niños donde aparece su inmensa ternura. Una historia con Dos Gatas, comienza cuando, al mismo tiempo, ambas  felinas tienen un gatito. Pero, desgraciadamente murió el de Linda, quien desolada por la pérdida llegó hasta donde la otra gata, Pinta, creyendo que ella le había robado a su hijo. Entonces, comienzan a pelear.  “Volaban los pelos, sangraban las narices, las orejas eran las que padecían los peores mordiscos y los maullidos que daban eran como rugidos de puma. (…) y a fuerza de escobazos y hasta jarros de agua consiguieron separar a las dos gatas, medio locas de rabia y hechas una compasión”. Pinta quedó malherida y, presintiendo su muerte, decidió generosamente entregarle su cría a Linda para que no quedara sola en el mundo.
Su pluma no sólo escribió novelas, nouvelles, cuentos y relatos infantiles. También publicó artículos en la prensa, recetas de cocina, consejos de decoración, y  versos.  Hugo Montes en su ensayo Poesía de Marta Brunet rescata algunos de sus poemas que aparecieron en Hacia, uno de los cuadernillos  que editaba Andrés Sabella en Antofagasta.
“Hora a destiempo en el tiempo
que no debió de sonar.
//
 La creímos de alborozo
-flores sueltas del gozar.
La creímos de partida
-barquito del buen soñar.
La creímos de retorno
-con la carga de un cantar.
//
Era la hora de ambos:
Pero no debió sonar…
Era la hora de ambos:
De hallar y de separar…
//
La creímos de alborozo
-fue espina para clavar.
La creímos de partida
-fue adioses para llorar.
La creímos de retorno
-fue senda sin regresar.
//
Hora a destiempo en el tiempo
que no debió de sonar…”
(De Tres Romances. I )




“¿Irías a Ser Ciega que Dios te Dio esas Manos?”

(Altazor, Vicente Huidobro)

Extrovertida, dinámica y casi eufórica, Marta Brunet tenía una figura imponente y desenvuelta al caminar: alta, derecha, con una piel blanca y lozana junto a una sonrisa seductora que estallaba descubriendo sus dientes muy parejos. Sus ojos claros, surcados por el velo de la ceguera, la aislaban cada vez más del mundo exterior, carencia que facilitaba su mirada hacia el interior, agudizándole otras sensibilidades a las que ella sabía muy bien cómo darles salida a través de su escritura. Vicente Huidobro lo dice metafóricamente  en uno de sus poemas: “¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?”. Y sí, realmente ella tenía unas manos hermosas, unas manos para palpar el universo que sus ojos se negaban a iluminar. “Sus manos eran bellas como de virgen: eran, además, elocuentes, patéticas y dignas en el silencio, hacendosas al escribir, cálidas al recibir el saludo”.
(René Sepúlveda. “Un recuerdo para Marta Brunet” diario El Sur, Concepción, 13 de noviembre, 1981). 

Borracha de Vista


Pero en el año 1961 –cuando tenía 64 años- las tinieblas se disiparon. El famoso oftalmólogo español Joaquín Barraguer con mano maestra eliminó las dos cataratas que interrumpían su mirada. “Este es el año más feliz de mi vida –dijo a Zig-Zag en diciembre de 1961- nadie puede saber lo que es este don maravilloso de la vista, mientras no lo ha perdido. (…) Ando literalmente borracha de vista, borracha de luz,  borracha de color”.  En Europa recorrió diversos países dándose “orgías de verde y cielos, de rostros y rincones, entraba a los mercados, me confundía con la gente en las grandes arterias, penetraba por gusto a los metros y a los cines, simplemente para ver (…) muchas veces me sorprendí mirando las cosas más absurdas: las patentes de los automóviles, los rostros de los niños cuando se pelean, la calva de los profesores, los quiltros olisqueando alrededor de los venerables monumentos…” Recuerda que cuando visitaba un pueblo de sus antepasados, llamado Pane, aledaño a Santander, y anochecía “de repente levanté la vista y vi –con estos pobres ojos míos- el lucero. ¡Hacía casi diez años que mis retinas habían sido incapaces de atisbar su belleza en el cielo de la tarde! Fue entonces cuando lloré, largamente y sin ruido, mientras seguía caminando por la senda polvorienta, la misma que hollaron los pies de los abuelos”.


Nacida en Chillán el 9 de agosto de 1897, Marta Brunet era hija única de un chileno de ascendencia catalana, Ambrosio Brunet Molina y de una española, gallega, Presentación Cáraves de Cossío. Sus primeros años los pasa en Pailahueque, fundo paterno que se encuentra en Victoria donde toma contacto con la ruralidad. Recibe en su hogar clases particulares de profesores de diferentes materias, mientras que su institutriz francesa le enseña ese idioma.

Sus primeras inquietudes literarias aparecen cuando, a los siete años, escribe teatro para perros y gatos, que representaba ante sus muñecas.

Desde 1911, pasa largo tiempo viajando por Europa con sus padres, donde se contacta con las obras de escritores del Viejo Mundo. El estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914, los obliga a regresar al país y se establecen en Chillán.

Hacia 1919 y 1923 la vocación de Marta va de un lugar a otro: primero escandaliza a sus padres diciéndoles que deseaba ser médico y luego con la idea de ser bailarina. En tanto, escribía naturalmente e integraba un grupo juvenil de aficionados a las letras.
Escribe poemas y  publica cuentos en La Discusión de Chillán. Hasta que Hernán Díaz Arrieta, Alone se cruza en su camino y la motiva a publicar Montaña Adentro (1923). “Pese a una vocecita clara y mimosa, musicalmente femenina, la voluntad de Marta ignoraba la timidez, y lo que se había propuesto realizar, lo realizaba”. Comentaba Alone en el prólogo a las Obras Completas de Marta Brunet, (Zig-Zag, Santiago, 1962).

Libros de Cocina y Quiromancia


Luego de la muerte de su padre en 1924, trabaja en distintos ámbitos. Llega incluso a publicar libros de cocina e  instalae un consultorio de quiromancia. Al mismo tiempo se dedica al periodismo y paso a paso va dando a conocer  sus relatos en diversos medios. En 1929 gana el Primer Premio en el Concurso de Cuentos organizado por el diario El Mercurio con Tierra Bravía y en 1933 es galardonada con el Premio de Novela de la Sociedad de Escritores de Chile.

En tanto que publica obras literarias, desde 1934-1939 trabaja en editorial Zig-Zag como redactora y luego como editora de la revista Familia. Pero la carrera diplomática aparece en su quehacer cuando el Presidente Pedro Aguirre Cerda , en 1939, la nombra cónsul Honorario en La Plata, adscrita al Consulado General de Chile en Buenos Aires, lugar donde publica cuentos en el diario La Nación y en la revista Sur.

Siempre matizando su carrera diplomática con la escritura, es nombrada Cónsul de Profesión en 1943, adscrita al Consulado Chileno, función en la que permanece hasta 1952. Entre otros van apareciendo sus relatos Aguas Abajo y en 1946 da a conocer sus novelas Humo Hacia el Sur, -reconocido como el mejor libro del mes por el Pen Club de Chile y por el Club del Libro de Buenos Aires- y La Mampara.

Los cargos se suceden unos a otros:  en 1947, fue vicepresidenta de la comisión Organizadora del Congreso Americano de Escritores desarrollado en Buenos Aires; en 1948 es nombrada Tercer Secretario de la Embajada de Chile en Buenos Aires para Asuntos Culturales y en 1950 asciende a Segundo Secretario.  

Aparecen en 1949 sus relatos contenidos en Raíz del Sueño y en 1953 regresa a Chile, radicándose en Santiago donde imparte cursos y dicta conferencias sobre literatura chilena e hispanoamericana. Su famosa novela María Nadie la presenta en 1957 y más adelante entrega numerosos cuentos infantiles.

1961 es clave para la escritora: obtiene el premio Nacional de Literatura.  Al año siguiente publica su novela Amasijo; es reconocida como Hija Ilustre de Chillán y fue nombrada Agregada Cultural de la Embajada de Chile en Río de Janeiro, ocupando  a continuación, en1963, el mismo cargo en Montevideo.


Pero el 27 de octubre de 1967, mientras agradecía el honor de haber sido incorporada a la Academia  Uruguaya de Letras, Marta Brunet moría repentinamente víctima de un ataque cerebral fulminante. “De pronto sus dedos, sus manos, sus bellas manos, se crispan… “esto es todo”, murmura, y calla definitivamente. Ese día el sol se tiñó de rojo”. (Emilio Rojas: Marta Brunet, en Biografía Cultural de Chile, Gong, Santiago, 1995).