jueves, 18 de mayo de 2017

La Casa de la Alegría: ¿Por qué fracasa una mujer talentosa?




Para explicarlo, esta novela escrita por Edith Wharton(1862-193) da cuenta, paso a paso, el desesperanzado descenso al infierno de la  joven treintañera y soltera, Lily Bart.  Así como seguimos sus movimientos en el ambiente adinerado de la alta sociedad de Nueva York a finales del siglo 19  y advertimos cómo ella  disfruta de sus beneficios, también sufrimos al verla sucumbir bajo las tensiones derivadas de su obsesión por calzar con ese mundo en apariencia ideal, pero falso. 
    
Antes de comenzar, sería interesante plantear la siguiente pregunta  ¿Que es la realidad? Más aun cuando el nombre de su protagonista es tan sugerente: Lily (que se asocia a lo espiritual) y Bart (vinculado al comercio e intercambio de bienes y servicios)

Como sea, la cuestión no es fácil. No importa cuánto le demos vuelta al asunto jamás llegaremos  a una respuesta final.

De hecho el tema es sumamente complejo y personal. Eventualmente la realidad no solo es  un cúmulo de hechos contundentes y contrastables por los cinco sentidos humanos como a través del razonamiento lógico y el cálculo; también es significado emocional. Asimismo encontramos ambos mundos, el material y el espiritual, junto a sus respectivas verdades, tan entrelazados en el tejido que es la vida humana con un arte especial; absurdo separar con claridad el hilado de los sentimientos e imaginación con el hilado del  mundo material y la lógica.

Pero esta visión no fue siempre así. Por muchos años se privilegió en la toma de decisiones la realidad racional por sobre la realidad subjetiva, la que era considerada dañina para el buen juicio. En consecuencia su estudio fue menospreciado y relegado. Pero hoy sabemos a ciencia cierta que de su subjetividad las personas sacan la fuerza de voluntad para actuar, para trabajar, para concentrarse, en fin para evolucionar. Solo es negativa para quienes se ven enredados en trivialidades, o son víctimas de la estupidez  o la estrechez mental, del facilismo y del auto derrotismo. 

Mientras la subjetividad sea capaz de mirar a su alrededor, abierta a la realidad de otros sentidos fuera de sí misma y esté dispuesta  a dejar a un lado lo pequeño y cercano a favor de lo más lejano es siempre beneficiosa.  

Aún así, el verdadero peligro de la subjetividad para la vida humana estriba justamente en su exclusión. En un mundo cargado a lo racional,  sin el aceite de las emociones, no será raro ver cómo algunos se ahogan en la parálisis vital. Estancadas y sin motivos personales para actuar, atrapadas en circuitos mentales cerrados y en automatismos, en un clima  así de gélido muy pronto ellos querrán morir.

 Edith Wharton retrata  a su protagonista Lily Bart como una mujer marcada desde la cuna para cumplir un destino de antemano programado, y cómo su fidelidad hacia esa maquinaria que define su identidad, le impedirá liberarse, aun cuando signifique la autodestrucción.

Si  bien, Lily nace estupendamente equipada para integrar la clase adinerada de Nueva York, -es bella, encantadora, e inteligente-,  salvo por el hecho que no tiene dinero, cosa que puede resolverse sin problemas mediante un matrimonio conveniente, -pretendientes no le faltan-  una pieza no rueda como se espera dentro de esa estupenda máquina. A pesar de sus empeños, ella no puede casarse sin amor, algo en su interior  rehúsa a dar ese paso crucial y estropea sus planes de riqueza. Su situación general, descomplicada e ideal, comienza a tambalearse. Y muy pronto esa máquina social dará inicio al proceso de su marginación.   
  
Así las cosas,  vemos a Lily en la posición del asno de Buridan, que muere de hambre,  en medio de dos fardos de heno, a un lado, sus ambiciones materiales consolidadas mediante un matrimonio por conveniencia y al otro, la realización emocional, cosa muy natural en una mujer joven el desear casarse enamorada.  Si bien ella anhela lo mejor de ambos mundos, la autora le impone una encrucijada extrema e imposible: la riqueza vs  el amor verdadero. Todo o nada. 

De tal manera la novela aborda el concepto de destino, junto al concepto de enemigo interrno, resaltando el hecho que la mente es más complicada de lo se está dispuesto a aceptar.  

Entrampada ante este dilema catastrófico, que viene a partir su vida en dos, y que supone en forma inevitable renunciar a un aspecto esencial de su existencia, la joven Lily da vueltas en círculos, sin poder articular una moral personal que sirva para distinguir lo mejor para ella.

Y para empeorar más las cosas, ella es orgullosa. Entonces mantiene en secreto su situación y no pide ayuda, tampoco reflexiona ni estudia su panorama. Termina aislándose, se torna pasiva, no actúa, y se paraliza. Es evidente, a Lily le aterra su propia existencia. Sobre todo cuando cualquiera sea su decisión final, conlleva una pérdida importante junto al  ineludible como sufrido trance del duelo y del luto.  Entonces, la joven se resiste como puede a la experiencia de duelo, e intenta por todos los medios mantener las cosas como están y eludir la elección.
    
El problema es su anemia espiritual. Imaginemos a una niñita largamente privada de cariño verdadero, creciendo en medio de sutiles y no tan sutiles  amenazas de abandono, de miradas indiferentes y hasta despreciativas,  aterrada ante la frescura de nuevos sentimientos, se resiste a tomarlos en serio, a reflexionar acerca de la naturaleza de su vida y a articularse por dentro.   El resultado es trágico: Sin nada ni nadie que la sostenga, Lily cae en una profunda depresión. 

De modo que la vemos desenvolverse como si no fuese posible hacer nada constructivo para detener la fatalidad, sin libertad interna para mover sus recursos.
   
Por su parte, la autora, tampoco ayuda. Solo se contenta con tirarle  salvavidas tramposos, los que acaban hundiéndola más y más en un abismo de soledad y desamparo sin salida.  Así pues, negada toda esperanza de transformación interior y de variación positiva, gracias a la pluma de Edith, Lily acaba fijada a su suerte. Termina perdiéndolo todo y no sobrevive.
     
El problema crucial planteado por la novela es la falta de libertad. Entrampada en su ambivalencia, enredada en trivialidades, sin fuerzas para avanzar ni retroceder, ni para expresar sus profundos anhelos de cariño largamente congelados y ser sincera, la joven pierde su fuerza vital. Le es imposible romper las ataduras con una existencia que hace tiempo perdió su sentido. En consecuencia pierde su equilibrio, se enreda en banalidades, se codea con tramposos y se va a la bancarrota.  

¿Por qué fracasa una mujer talentosa? O ¿Dónde está la alegría?

Esta vez la respuesta final cae en el lector.     


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