jueves, 22 de noviembre de 2012

Sobre San Juan de la Cruz y La nieta del señor Lihn: ¿Puede uno hacerse el loco sin serlo y así y todo estar en un asilo?




La jungla es oscura pero está llena de diamantes
                                                        Arthur Miller

Por increíble que sea, la respuesta de Phillipe Claudel, en su novela La nieta del señor Lihn, es sí. Sobre el trasfondo del hormigueo indiferente y sin olor a nada de una gran ciudad, el escritor se las ingenia para que hagamos una parada para mirar la desesperada situación del frágil anciano, señor Lihn, un refugiado que llegó arrancando, junto a su pequeña nieta de meses, de una guerra que ha desbastado su aldea y su familia. Como le sucede a tantas almas tristes, nadie le quiere en verdad mirar, ni escuchar o dejarle hablar y mucho menos acercarse a la naturaleza de su tragedia. Tal silencio y desamparo podrían haber sido mortíferos para él, al encerrarlo en un mundo sin deseos ni palabras, si no se hubiese arrimado por casualidad al espíritu afectuoso y robusto del señor Bark, otra alma, asida a nada, tras la muerte reciente de su amada esposa. Todo esto, entendiendo sin entender a San Juan de la Cruz: “Mas escoge para ti un espíritu robusto, no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia, porque la sabrosa, dulce, y durable fruta en la tierra fría y seca se coge”.

Así las cosas; la luz cálida de este diamante-novela hace brillar al fruto más preciado de la vida: la amistad verdadera; y nos recuerda que, pese a las calamidades y otros quebrantos, gracias a ella la vida merece ser vivida. También somos testigos del conmovedor encuentro de estos dos espíritus solitarios, los que en realidad son tres, si incluimos a la nieta de Lihn. Es un encuentro intimo, de alma a alma, de gran fuerza y que en verdad une; ambos se adivinan o intuyen entre sí, se palpan profundamente más allá de las palabras, como si cada uno quisiese entrar en el pellejo del otro, hallando mediante pequeños gestos de ternura comunicar lo esencial. Pero eso no es todo. Apreciamos que la fantasía juega un papel central para sobrellevar los horrores del día a día y que no siempre hace bien mirarlo todo tal cuál es, siendo las ilusiones lo que hace más amable la dura realidad, aun cuando, a los ojos impasibles de los demás, sólo “peinemos la muñeca”. También, el abuelo Lihn se arriesga a la ciencia de la cruz de San Juan: “El camino de la fe es sano y seguro, y por este han de caminar las almas para ir adelante en la virtud, cerrando los ojos a todo lo que es del sentido e inteligencia clara y particular”. Así las horas más bellas y elevadas en la novela transcurren, al momento en que el viejo comprende que quien no puede morir debe continuar andando y que no tiene otra alternativa que dejarse llevar por la “enloquecida fuerza del desaliento” (como dice tan bellamente el poeta español Ángel González), por un vagabundeo ciego y desorientado, pero lleno de fe en la magia de la vida. Aferrado a la virtud de ternura de la pequeña niña que debe cuidar solo, lucha sin jamás separarse de ella, ni siquiera por un instante, por la vida de su alma. ¡Vaya novela! Muy breve, se lee de un tirón. Bella y triste a la vez, engancha con simpleza al corazón. Su final inesperado y de no creerlo, hace ver que la verdadera liberación arranca de los sentimientos. Vale entonces amar nuestros delirios de amor tanto como a nosotros mismos y jamás separarnos de ellos. Pues el amor es lo único capaz de sobrevivir a la tragedia.

El texto recién leído por ustedes nació de un comentario al pasar. “Para qué integran a San Juan de la Cruz en el blog: ¡Ufff!, si tiene olor a naftalina.” Para que juzguen según su experiencia si las verdades esenciales que salvan son eternas y siempre nuevas., lean esta novela moderna. 







domingo, 9 de septiembre de 2012

García  Márquez, Periodismo y Literatura:



             De lo Real a lo Maravilloso

 





El ejercicio periodístico –a su juicio, la profesión más hermosa del mundo- ha nutrido el desarrollo literario del escritor colombiano, cuya ficción se inspira en la realidad, pues considera que ninguna aventura de la imaginación, tiene más valor literario que el más insignificante episodio de la vida cotidiana.





por Beatriz Berger


Realidad y ficción conviven armónicamente en la obra del ganador del Premio Nobel de Literatura y también reconocido con galardones en el ámbito del periodismo. Y no es raro. Porque en él, casi desde siempre, estas dos visiones del mundo se han entrelazado para caminar por uno u otro rumbo. Pero rumbos, al fin,  que se potencian entre sí. Al punto que, en muchos casos, un suceso de la cotidianidad ha sido el punto de partida de alguna novela o cuento. Y no sólo en su caso, claro, sino en el de muchos otros autores que desarrollan ambas vertientes. (La mexicana Elena Poniatowska, es un baluarte, en este sentido, menos rimbombante que García Márquez, por supuesto). Él, sin embargo, es el que más sobresale por su excelencia en ambas labores.

 
Investigando en las criptas

 
Un día de octubre de 1949, el jefe de redacción del diario donde trabajaba como reportero le ordenó, sin ilusiones, visitar el antiguo convento de Santa Clara, donde estaban vaciando unas criptas. “Da una vuelta por allá a ver qué se te ocurre”,  le dijo al joven pálido, de bigote, pelo enmarañado, y de una delgadez extrema, que se vestía con colores chillones.

El edificio de las Clarisas, que desde hacía un siglo estaba convertido en hospital, sería vendido para construir un hotel de cinco estrellas. El primer paso era desocupar las criptas, entregar los restos a quienes los reclamaran, y tirar el saldo en la fosa común. A García Márquez le impresionó el primitivismo del método usado. “Los obreros destapaban las fosas a piocha y azadón, sacaban los ataúdes podridos que se desbarataban con sólo moverlos y separaban los huesos del mazacote de polvo con jirones de ropa y cabellos marchitos”, cuenta G.M. e el prólogo de su libro Del amor y otros demonios (Editorial Sudamericana, 1994). Cuánto más ilustre era el muerto más arduo era el trabajo porque había que escarbar en los escombros de los cuerpos y cernir muy fino sus residuos para rescatar las piedras preciosas y las prendas de orfebrería.
 
“Casi medio siglo después –decía el escritor- siento todavía el estupor que me causó aquél testimonio terrible del paso arrasador de los años”.


Cabellera de ¡veintidós metros!


Sin embargo, entre todo lo que observó con los ojos bien abiertos, lo que más le sorprendió fue cuando una lápida, cercana al altar mayor, saltó en pedazos al primer golpe de los obreros “y una cabellera viva de un color cobre intenso se derramó fuera de la cripta. El maestro de obra quiso sacarla completa (…) era legible un nombre sin apellidos: Sierva María de todos los Angeles. Extendida en el suelo la cabellera espléndida medía veintidós metros con once centímetros”.

Le explicaron a García Márquez que el cabello humano crecía un centímetro por mes, hasta después de la muerte. Veintidós metros era un buen promedio para ¡doscientos años!

Pero el escritor aludiendo a su buena memoria recordó que, de niño, su abuela le contaba la leyenda de una marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una cola de novia, que había muerto de rabia, por el mordisco de un perro, y era venerada en los pueblos del Caribe por sus muchos milagros.

La idea de que esa tumba pudiera ser la suya, fue la noticia de García Márquez aquél día, pero al mismo tiempo fue incubándose en su interior la que llegaría a ser su novela Del amor y otros demonios.


Historia de un naufragio en catorce entregas


Pero también la epopeya real, vivida por el marinero Luis Alejandro Velasco, náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa en el mar Caribe, que se publicó en 14 entregas de «El Espectador» de Cartagena con el título “La verdad sobre mi aventura”, fue un acontecimiento periodístico, literario y político en la localidad.

A través de  catorce sesiones –leemos en Viaje a la semilla de Dasso Saldívar, Alfagura,1997- de cuatro horas cada una, García.Márquez. logró reconstruir entre café y café, la historia de Velasco, día a día, en una labor no sólo de reportero, sino también de psicoanalista. Al principio, el marinero profundizaba en los hechos más heroicos: su lucha con las olas, la pelea con los tiburones, el control de su mente. Hasta que el reportero le dijo: “¿No te das cuenta de que han pasado cuatro días y todavía no has hecho pipí?”. El escritor necesitaba saberlo todo: qué pensaba, qué recordaba de las horas vacías, cómo se relacionaba con el espacio doméstico de la balsa, cuándo vio la primera gaviota, el primer tiburón. Después de cada sesión, el reportero salía con sus notas bajo el brazo y se encerraba a escribir a razón de un capítulo por día.

Ante el gran éxito del reportaje su jefe, Gabriel Cano, le dijo un día: “Dígame tocayito, eso que escribió es novela o es verdad”. Y el periodista. respondió: “Es novela porque es verdad y todo, minuciosamente”.


Episodio periodístico origina libro


Quince años después, este episodio daría origen al libro Retrato de un náufrago, síntesis de periodismo y literatura, de investigación de la realidad y comunicación sobre la base de cánones estéticos perdurables.

En sus memorias, Vivir para contarla (Mondadori, Barcelona, 2002) Gabriel García Márquez  comenta: “No nos fue posible encontrar una historia como aquélla, porque no era de las que se inventan en el papel. Las inventa la vida y casi siempre a golpes”.

Es más, el propio autor ha dicho que quienes lean sus memorias, se van a acordar de sus novelas. Claro, porque en esa selección de recuerdos que pasan por el cedazo de la memoria, en su caso muy creativa, deben aparecer una cantidad de situaciones que fueron noveladas. “He ganado fama de ser gran inventor de fábulas, cuando en verdad no he inventado nada”, afirma.


Avatares de una novela


Otro hecho acontecido en la tierra natal del escritor inspira su libro Crónica de una muerte anunciada. Cuando empieza la novela, ya se sabe que los hermanos Vicario van a matar a Santiago Nasar para vengar el honor ultrajado de su hermana Ángela. El tiempo cíclico, tan utilizado por el narrador en sus obras, va dando cuenta de lo que sucedió mucho tiempo atrás, avanzando y retrocediendo en su relato y hasta llega al futuro para contar el destino de los supervivientes. La acción es colectiva y personal a la vez, clara y ambigua, y atrapa al lector desde un principio, a pesar de que conoce el desenlace.

La investigación periodística que G.M. realiza es detallada y dramática, al extremo que uno llega a pensar que está leyendo una obra de teatro espelugnante. Los detalles acerca de la autopsia que hizo el párroco al muerto, con la ayuda de un estudiante de medicina de primer año,  son macabros y a la vez con humor también, como el encuentro de la medalla de oro de la Virgen del Carmen que Santiago Nazar se había tragado a los cuatro años.

Sin duda, el libro se basa en la realidad, pero exagerándola como es la descripción de la casa de Angela Vicario. “Mi hermana Margot, (…) me contó que habían comprado una casa de material con un patio muy grande de vientos cruzados, cuyo único problema eran las noches de mareas altas, porque los retretes se desbordaban y los pescados amanecían dando saltos en los dormitorios”.

Treinta años de espera 

La gestación de Crónica de una muerte anunciada se remonta al momento en su hermana Mercedes le dejó un escueto mensaje: “Mataron a Cayetano”. “Para nosotros –cuenta García Márquez- sólo podía ser uno: Cayetano Gentile, nuestro amigo de Sucre, médico inminente, animador de bailes y enamorado de oficio. La versión inmediata fue que lo habían matado a cuchillo dos hermanos de la maestrita de la escuela de Chaparra (…) En el curso del día, de telegrama en telegrama, tuve la historia completa”.

Sin embargo, debido a las relaciones familiares con la madre de Cayetano, la madre de García Márquez se oponía tenazmente a que su hijo publicara la historia. Al cabo de treinta años del drama,  finalmente lo autorizó diciéndole: “Trátalo como si Cayetano fuera hijo mío”. Pero ella no leyó el relato porque, “una cosa que salió mal en la vida no puede salir bien en un libro”.


Realidad real


El autor fue acumulando –con talento, creatividad, sabiendo mirar el zoológico humano y el mundo mágico y pintoresco que lo ha rodeado-  en su vida y en el ejercicio del periodismo, el material que originaría su literatura. Y que es, a fin de cuentas, la estructura donde descansa su lenguaje poético, lo real maravilloso, el realismo mágico.

No obstante, como sabemos, la realidad real, también ha detonado en él textos totalmente periodísticos como puede ser Noticia de un secuestro (Editorial Sudamericana, 1996). Allí escribe acerca del rapto, durante seis meses, de Maruja Pachón, el cual estuvo ligado al de otras nueve personas, pero el testimonio de ella fue el eje central y el hilo conductor del volumen. Volumen  realizado sobre la base de entrevistas a los protagonistas de los hechos. Experiencia que García Márquez calificaba, en 1996, como “desgarradora e inolvidable” y quiso dar a luz para que no se olvide “este drama bestial, que por desgracia es sólo un episodio del holocausto bíblico en que Colombia se consume desde hace más de veinte años”.

Este libro puede ser considerado como un gran reportaje, es decir también gran literatura, pues sabemos que este autor considera el periodismo como un género literario.

Mirar más allá de lo que se ve


Aunque hoy nos parecen claramente diferenciados los temas periodísticos de los literarios, para el Nóbel no fue tarea fácil lograrlo, él cree, incluso, que en algunos casos ha pasado gato por liebre. “Yo fui el último (se refiere al grupo Barranquilla) en diferenciar con claridad el periodismo de la literatura, porque cuando llegué a Barranquilla sólo llevaba mi literatura (…) Una de las más serias y válidas críticas que me hacían era que yo no marcaba la diferencia. Que mi periodismo era muy literario. “¿Y cuándo vas a separar las dos cosas me decían?”. El, sin embargo, piensa que lo hizo a su manera: “si hasta produje literatura como si fuera periodismo”.

En todo caso, los límites entre literatura y periodismo cada vez se amplían más, gracias a García Márquez. –y también a otros autores como Ryszard Kapuscinski- que no se ha quedado inmóvil con su “descubrimiento” y ha creado, entonces, los talleres de Nuevo Periodismo, que imparte anualmente a un grupo de jóvenes seleccionados, para entregar sus puntos de vista a las nuevas generaciones. Allí, en su escuela, intenta que los alumnos aprendan a mirar la realidad con otros ojos, que vean más allá de las palabras o las noticias sensacionalistas, que saquen a luz las verdades encubiertas, que sean capaces de descubrir la noticia incluso en la gente y hechos que pueden parecer mínimos o irrelevantes a simple vista, que saquen a luz los lenguajes propios de cada cual a veces tan ricos o tengan la suficiente perspicacia para percatarse de los gestos que, a veces, dicen lo contrario de las palabras, como también de las emociones.

No en vano don “Gabo” ha reconocido que ninguna aventura de la imaginación, tiene más valor literario que el más insignificante episodio de la vida cotidiana.

lunes, 2 de julio de 2012

Rosario Castellanos:  

La Literatura, un Escape a sus Depresiones

                       

 A treinta y ocho años de la muerte de esta versátil autora —que le cantó a la mujer y a la tierra mexicana, abrazando la lucha indigenista en Chiapas— se sigue escuchando la voz de los marginados de su país a través de sus obras. Recientemente,   la periodista y escritora Cristina Pacheco recibió el  “Premio Internacional Rosario Castellanos a la Trayectoria Cultural de la Mujer 2012”,  que honra la memoria de quien marcara un hito en las letras latinoamericanas.

           

por Beatriz Berger
                       
La tristeza y la tragedia acompañaron a Rosario Castellanos a lo largo de toda su vida, incluso hasta el día de su infortunado deceso. Cuando intentaba encender una lámpara, moría electrocutada un 7 de agosto de 1974 en Tel Aviv. Allí, la multifacética escritora, una de las pioneras en defender el trabajo de las mujeres y la dignidad de los indígenas, se desempeñaba como Embajadora de México en Israel, lugar donde también tenía una cátedra en la Universidad Hebrea de Jerusalem.

Sólo una tonta podía dedicar su vida a la
soledad y al amor.

Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara,
si lámpara encendida,
desperdiciada lámpara de día eras tú.
(…)
¡Cómo te quiero, Chayo, cómo duele
pensar que traen tu cuerpo! —así se dice—
(¿Dónde dejaron tu alma? ¿No es posible
rasparla de la lámpara, recogerla del piso
con una escoba? ¿Qué, no tiene escobas la Embajada?)
 
            Escribía emocionado el poeta mexicano Jaime Sabines en este «Recado a Rosario Castellanos» como homenaje póstumo a la amiga, poeta, ensayista, periodista, diplomática, dramaturga y narradora que, según Octavio Paz, poseía una conmovedora derechura espiritual.

“Me recuerdo a mi misma sola”


            Aunque  nació en Ciudad de México, el 25 de mayo de 1925, vivió su infancia y adolescencia en Comitán, Chiapas, lugar que inspiró muchas de sus obras. ‘‘Tuve un hermano, un año menor que yo. Nació dueño de un privilegio que nadie le disputaría: ser varón’’, confidencia en su ensayo autobiográfico “Los narradores ante el público” que aparece en “Mujer que Sabe Latín y agrega: ‘‘Mas para mantener cierto equilibrio en nuestras relaciones nuestros padres recordaban que la primogenitura había recaído sobre mí.  Y que si él se ganaba sus voluntades por su simpatía, por el despejo de su inteligencia y por la docilidad de su carácter yo, en cambio, tenía la piel más blanca’’.
            Una rivalidad que se interrumpió con un hecho brutal: la muerte del hermano, ante lo cual sus padres, ‘‘ciegos de dolor y de nostalgia’’, la expulsan de su campo visual. ‘‘Recuerdo un jardín enorme y abandonado; unos corredores desiertos; unas alcobas clausuradas. Recuerdo la cripta, húmeda, oscura, fragante de flores y de ceras, resonante de sollozos y alaridos. Me recuerdo a mi misma, sola’’. Aunque nunca se lo dijeron directamente, le dieron a entender que era una injusticia que el varón de la casa hubiera muerto y que ella en cambio continuara  viva. Sin embargo, su aguda sensibilidad la hizo captar esta situación y acumular una profunda angustia que la acompañó gran parte de su vida.

Primer paso en las letras


            Para conjurar los fantasmas que la rodeaban Rosario Castellanos no tuvo a su alcance más que las palabras. ‘‘Mas una vez pronunciadas su poder se evaporaba, se diluía en el aire, se perdía. Era preciso fijarlas en una sustancia más firme, en una materia más duradera. (...) durante ese tiempo yo me sentía fuerte y a salvo de quien sabe qué amenazas’’, comentaba. 
            Curiosamente, ‹‹Paquín››, una revista mexicana, es la inspiradora de sus primeros poemas infantiles:
                                            Me gusta leer Paquín
                                            porque sale Rin-tin-tin

            Cuando relee estos versos, la pequeña Rosario se da cuenta que esos renglones, gestados en lo más profundo de sus entrañas, acaban de romper su cordón umbilical. ‘‘Se emanciparon de mí y ahora se me enfrentan como autónomos, como absolutamente independientes y todavía algo más: como extraños’’, señala en «Escrituras Tempranas» de “Mujer que Sabe Latín”.
            Primer paso en las letras que se fue agudizando con el tiempo. No obstante, a pesar de sus marcados intereses literarios, se inclinó por estudiar filosofía, profesión que terminó en 1948. Ese mismo año presentó su primer libro de poesía “Apuntes para una Declaración de la Fe  —‘‘Aún me quema la cara de vergüenza de engendro semejante que fue recibido por la crítica con los denuestos que se merecía”— y su tesis que habla de la inexistencia de una cultura femenina, base de sus ensayos contenidos en “Mujer que sabe latínque se publicarían más adelante, en 1973.

Plenitud creativa en sus versos

 

            Aunque escribió en todos los géneros literarios, los críticos estiman que la plenitud creativa de Rosario Castellanos se encuentra en sus versos. Así, a regañadientes comienza a dar a conocer sus otros textos poéticos, los que reúne, en 1972,  en un volumen antológico: “Poesía no eres tú”. En la sección «Diálogo con los oficios aldeanos», del capítulo «El rescate del mundo» escribe este emotivo poema, titulado «Una palmera», donde compara su esbelta figura “alta, desnuda, única”  con uno de los más altos valores: la poesía.

Señora de los vientos,
garza de la llanura,
cuando te meces canta
tu cintura.

Gesto de la oración
o preludio del vuelo,
en tu copa se vierten uno a uno
los cielos.

Desde el país oscuro de los hombres
he venido, a mirarte, de rodillas.
Alta, desnuda, única.
Poesía.

Voz de los marginados


           Sus poemas, sin embargo,  se caracterizan por dar voz a los marginados, perseguidos y enfermos, que no calzan en la sociedad. Los títulos hablan por sí solos: “Monólogo de la extranjera”, “Apelación al solitario” o “Jornada de la soltera”, en el cual expresa la visión retrógrada que tiene la sociedad mexicana de la mujer que no se ha casado, marginándola y juzgándola implacablemente, mientras ella debe vivir en soledad. Escribe:

Da vergüenza estar sola. El día entero
arde un rubor terrible en su mejilla. (Pero la otra mejilla está eclipsada).

Más adelante añade:

De noche la soltera
se tiende sobre el lecho de agonía.
Brota un sudor de angustia a humedecer las sábanas
 y el vacío se puebla
de diálogos y hombres inventados.

Y la soltera aguarda, aguarda, aguarda.

Diferencias raciales entre blancos e indígenas


            En 1957 publica su primera novela “Balún Canán que, junto a “Ciudad Real”, su primer libro de cuentos y “Oficio de Tinieblas”, su segunda novela, forman la triología indigenista. “Balún Canán (nueve estrellas) es el nombre que, según la tradición, dieron los antiguos mayas a Comitán. Allí Rosario Castellanos destaca las profundas diferencias raciales que existen entre el blanco y el indígena. Por otra parte, los relatos de “Los Convidados de Agosto recrean los prejuicios de la clase media provinciana de su estado natal y “Álbum de Familia, los de la clase media urbana. 
             Aunque escribió diversas obras de teatro, sólo entregó a la imprenta “Tablero de damas, retrato cruel de la sociedad literaria femenina en el México de los años cincuenta; el drama en verso “Salomé y “Judith y “El Eterno Femenino, una sátira sobre los problemas de ser mujer en un mundo condicionado por varones, que apareció póstumamente. Entre sus ensayos (prólogos, artículos, conferencias, críticas) destacan: “Juicios Sumarios(1966), “El Uso de la Palabra y “Mujer que Sabe Latín(1973), donde  demuestra cómo se anula al sexo femenino en aspectos estéticos, éticos e intelectuales. ‘‘En un hombre —afirma en el ensayo «La mujer y su imagen»— los pies grandes  y vigorosos son más admisibles: son obligatorios. Pero ¿en una mujer? Hasta nuestros más cursis trovadores  locales se rinden ante el pie chiquitito como un alfiletero’’. Al romper los mitos que giran en torno a ella, cita al neurólogo alemán Paul Julius Moebius (Leipzig, 1853), quien ‘‘organizó una impresionante suma de datos para probar científica e irrefutablemente, que la mujer es una débil mental’’.

Infidelidades de su esposo

 

            A un año de la publicación de su novela “Balún-Canán y cuando ya era una figura pública, Rosario Castellanos se casa  con Ricardo Guerra, en Coyoacán, en enero de 1958, a los 32 años. ‘‘El matrimonio, dos embarazos sucesivos y malogrados me perturbaron, pero no al punto de impedirme la terminación de los libros que había iniciado y que fueron apareciendo, al mismo tiempo que “Balún Canán se traducía al inglés’’. Cuenta  Rosario Castellanos en “Los Narradores ante el Público”.
            La misma noche en que se le concedió el Premio Xavier Villaurrutia, en octubre de 1961, nació su hijo Gabriel, pero entre mamaderas y pañales, continúa con su actividad literaria, escribe prólogos y colabora en suplementos culturales.
             Es importante señalar –por la trascendencia que tiene en su obra y en su visión del mundo- que las relaciones afectivas con su marido fueron malas y muchas de las preocupaciones de esta mujer que se encontraba fea, gorda, ‘‘fodonga’’ e histérica, giraban en torno a las infidelidades de su esposo. ‘‘No es que como toda pareja Rosario y Ricardo se peleen, se dañen, se separen, se reconcilien, hagan propósitos de enmienda y se toleren, sino que, ante la incertidumbre y el rechazo, Rosario opta por culpabilizarse. Pide perdón’’, explica Elena Poniatowska en el prólogo de “Cartas a Ricardo, edición de su correspondencia realizada por Juan Antonio Ascencio,  México, 1996, que reúne las cartas que le envía Rosario a su esposo y donde no sólo habla de su relación de pareja, sino también de su quehacer y creación literaria.

“No doy por vivido sino lo redactado”

            
            “En el fondo Rosario entretejió el hilo de la muerte en casi todos los actos de su vida, los cotidianos y los literarios, había en ella algo inasible, un andar presuroso, un tránsito que iba de la risa al llanto, del corredor a la mesa de escribir; su vida es el mejor alegato para que todas las mujeres que tienen alguna vocación creativa confíen en sí mismas”. Palabras pronunciadas por Elena Poniatowska al ser distinguida en Chiapas con la medalla «Rosario Castellanos».
           
              A pesar de las crisis anímicas y tratamientos psiquiátricos, Rosario Castellanos nunca dejó de publicar y continuó fiel a su pensamiento. ‘‘Ya que se vive –señaló-, por lo menos hay que superar esa contingencia escribiendo’’. Para ella el gran escape a sus tristezas y depresiones fue la literatura, al punto que llegó a decir: ‘‘No doy por vivido sino lo redactado’’.