jueves, 22 de noviembre de 2012

Sobre San Juan de la Cruz y La nieta del señor Lihn: ¿Puede uno hacerse el loco sin serlo y así y todo estar en un asilo?




La jungla es oscura pero está llena de diamantes
                                                        Arthur Miller

Por increíble que sea, la respuesta de Phillipe Claudel, en su novela La nieta del señor Lihn, es sí. Sobre el trasfondo del hormigueo indiferente y sin olor a nada de una gran ciudad, el escritor se las ingenia para que hagamos una parada para mirar la desesperada situación del frágil anciano, señor Lihn, un refugiado que llegó arrancando, junto a su pequeña nieta de meses, de una guerra que ha desbastado su aldea y su familia. Como le sucede a tantas almas tristes, nadie le quiere en verdad mirar, ni escuchar o dejarle hablar y mucho menos acercarse a la naturaleza de su tragedia. Tal silencio y desamparo podrían haber sido mortíferos para él, al encerrarlo en un mundo sin deseos ni palabras, si no se hubiese arrimado por casualidad al espíritu afectuoso y robusto del señor Bark, otra alma, asida a nada, tras la muerte reciente de su amada esposa. Todo esto, entendiendo sin entender a San Juan de la Cruz: “Mas escoge para ti un espíritu robusto, no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia, porque la sabrosa, dulce, y durable fruta en la tierra fría y seca se coge”.

Así las cosas; la luz cálida de este diamante-novela hace brillar al fruto más preciado de la vida: la amistad verdadera; y nos recuerda que, pese a las calamidades y otros quebrantos, gracias a ella la vida merece ser vivida. También somos testigos del conmovedor encuentro de estos dos espíritus solitarios, los que en realidad son tres, si incluimos a la nieta de Lihn. Es un encuentro intimo, de alma a alma, de gran fuerza y que en verdad une; ambos se adivinan o intuyen entre sí, se palpan profundamente más allá de las palabras, como si cada uno quisiese entrar en el pellejo del otro, hallando mediante pequeños gestos de ternura comunicar lo esencial. Pero eso no es todo. Apreciamos que la fantasía juega un papel central para sobrellevar los horrores del día a día y que no siempre hace bien mirarlo todo tal cuál es, siendo las ilusiones lo que hace más amable la dura realidad, aun cuando, a los ojos impasibles de los demás, sólo “peinemos la muñeca”. También, el abuelo Lihn se arriesga a la ciencia de la cruz de San Juan: “El camino de la fe es sano y seguro, y por este han de caminar las almas para ir adelante en la virtud, cerrando los ojos a todo lo que es del sentido e inteligencia clara y particular”. Así las horas más bellas y elevadas en la novela transcurren, al momento en que el viejo comprende que quien no puede morir debe continuar andando y que no tiene otra alternativa que dejarse llevar por la “enloquecida fuerza del desaliento” (como dice tan bellamente el poeta español Ángel González), por un vagabundeo ciego y desorientado, pero lleno de fe en la magia de la vida. Aferrado a la virtud de ternura de la pequeña niña que debe cuidar solo, lucha sin jamás separarse de ella, ni siquiera por un instante, por la vida de su alma. ¡Vaya novela! Muy breve, se lee de un tirón. Bella y triste a la vez, engancha con simpleza al corazón. Su final inesperado y de no creerlo, hace ver que la verdadera liberación arranca de los sentimientos. Vale entonces amar nuestros delirios de amor tanto como a nosotros mismos y jamás separarnos de ellos. Pues el amor es lo único capaz de sobrevivir a la tragedia.

El texto recién leído por ustedes nació de un comentario al pasar. “Para qué integran a San Juan de la Cruz en el blog: ¡Ufff!, si tiene olor a naftalina.” Para que juzguen según su experiencia si las verdades esenciales que salvan son eternas y siempre nuevas., lean esta novela moderna. 







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