Atreviéndose a desafiar las convenciones de su época, la autora chilena, irrumpe en las letras
nacionales con su novela Montaña Adentro,
1923, siendo aclamada por la crítica pero al mismo tiempo acusada de inmoral y
hereje por la sociedad del siglo pasado. Más adelante con Amasijo, 1962, -con la cual cierra su ciclo novelístico- vuelve a sorprender al tratar la homosexualidad, un tema tabú en ese entonces.
Por Beatriz Berger
¿Qué tenía Montaña Adentro que provocaba tanto escándalo?
El libro relata la historia de
doña Clara y su hija Cata, que se desempeñaban como cocineras de los
trabajadores en una zona rural del sur de Chile. “Bravas para el trabajo se daban maña para amasar, cocinar, tostar y
moler trigo, dejando aún tiempo libre
para hilar lana y tejer pintorescos choapinos (…)” El único tormento de doña
Clara era la afición de la muchacha por “chacotear con los guainas”. Y así fue
como un día Cata confidenció: “¿Sabe
iñora que voy a tener guagua?”
Finalmente, la joven logra encontrar un hombre bueno, Juan Oses, que
quiere casarse con ella y cuidar a su niño. Pero “la fataliá” persigue a ambas
mujeres y el pretendiente es injustamente perseguido por San Martín, un famoso
cuatrero que luego de una larga condena había conseguido una plaza en
carabineros.
Si bien hoy día, a más de noventa
años después de la publicación de Montaña
Adentro, la obra provoca admiración no sólo por rescatar, a través de la trama,
costumbres tradicionales del campo chileno, sino también por resguardar el lenguaje del campesino, pareciera
que en 1923, relatar la historia de una mujer coqueta y madre soltera por
añadidura, estremecía a los chillanejos. Más aún, porque la historia era
contada por una joven soltera de 26 años.
-Las señoras beatas de Chillán
armaron un lío tremendo,-recuerda la propia Marta Brunet en una conversación con la Revista
Zig-Zag del 1º
de diciembre de 1961- acusándome de inmoral y de hereje. Las niñas de las
familias bien, recibieron orden de quitarme el saludo. En medio de tanta
amargura, hubo un sacerdote español, el padre Nicolás Marín, que salió
hidalgamente (¡qué menos de un caballero hispánico!) en mi defensa. Fue a ver a
mis consternados padres, y les probó que
si yo escribía, era porque estaba poniendo en juego un don de Dios, y que lo
incorrecto sería, justamente, poner cortapisas a una vocación que era su mejor
regalo”.
Y más adelante el sacerdote agrega:
“Lo que Martita ha escrito no es inmoral
ni blasfemo, puesto que ella se ha limitado a mostrar algunos aspectos sombríos
de la vida, que en realidad existen y que ningún cristiano puede desconocer
(…)”
Literatura con Sello Femenino
No obstante, Omer Emeth, Armando
Donoso, Raúl Silva Castro y otros críticos del momento recibieron “muy bien la
obra, reconociéndola como una pionera de la literatura femenina y una excelente
exponente del verdadero criollismo, por el lenguaje popular campesino, por la
atmósfera de olores, sonidos y colores”, dice Carmen Balart en Narrativa Chilena Femenina, (Santillana,
Santiago, 1999).
-La literatura femenina empieza a
existir seriamente en Chile con iguales derechos que la masculina el año 1923, cuando
aparece Montaña Adentro, de Marta
Brunet -señala Hernán Díaz Arrieta en su Historia
Personal de la Literatura Chilena
(Zig-Zag, Santiago, 1954)-. La sorpresa de todos fue enorme. Se esperaba una
novelita de una señorita muy compuesta; se halló una recia obra, audaz, sólida,
hecha de duros metales, inatacable en su brevedad. El dominio de la lengua castiza y sabrosa, competía
allí con el conocimiento de la vida. ¡Y qué mirada clara, recta, audaz para
enfrentarla! Nada se había visto hasta entonces dentro de su género: se habló
de Maupassant”.
¿Cómo surgió la publicación de Montaña Adentro? En la misma entrevista a Zig-Zag la autora cuenta que en Chillán tenía una especie de Ateneo “sumamente local” donde
se reunía con un grupo de escritores con los cuales formó una editorial. El
primer volumen que publicaron fue un libro de versos de un amigo llamado
Absalón Baltasar. “Ni corta ni perezosa se lo despaché a Santiago a Hernán Díaz
Arrieta, con una elocuentísima carta que pareció haberle caído muy bien a
Alone. (…) Me contestó diciéndome que los versos de mi amigo eran muy malos,
pero que mi carta le revelaba la existencia de una verdadera escritora.
Terminaba pidiéndome algo en prosa”.
Después de enviarle otra carta a
Alone con sus propios poemas y recibir como respuesta que sus versos eran tan
malos como los de su amigo, “no me quedó otra cosa que quemar mis pobres
poemas y enviarle al terrible crítico
los originales de una novelita que tenía muy escondida”. La respuesta no se
hizo esperar “y fue tan exaltada, que yo miraba para los lados, creyendo que se
trataba de otra persona. (…) Alone decía, ya
en el paroxismo de la exaltación: «¡Dan ganas de echar al vuelo las
campanas cuando nace un escritor de la talla de Marta Brunet!»”
Y el vuelo de campanas animó su
carrera literaria, motivándola a continuar con publicaciones de numerosos
cuentos, novelas, artículos, que de una u otra manera muestran diferentes caras
de la realidad en Chile, en especial de la mujer y de su situación desprotegida
con respecto del hombre.
Es, por ejemplo, el caso de María Nadie (1957), donde además
incursiona en asuntos que no se mencionaban en esos tiempos, como es la vida
sexual. Y lo hace en profundidad, analizando tanto aspectos psicológicos como
sociológicos, para dar vida a unos personajes de carne y hueso, bien
ambientados en su medio. Al punto que en la estructura de la novela, da cabida
a una extensa presentación de algunos de sus protagonistas en las primeras
cincuenta páginas del libro –cuando la obra tiene 159 páginas-, presentaciones
que, en alguna medida, fundamentan el actuar futuro de cada uno de ellos,
logrando atrapar al lector con sus vicisitudes.
Una Mujer Sola y sin Familia es Sospechosa
“María Nadie” o “Mala pájara”
–como era apodada María López, en el pueblo de Colloco, donde llegó a trabajar como
telefonista- es sin duda una mujer que
se escapa de los cánones de su tiempo: muy joven se independiza de su familia y
se mantiene con su trabajo. Situación
mirada con sospecha en el mundo en que vive y de la cual uno de sus
pretendientes se aprovecha para convertirla en su amante, pero sin ningún
compromiso de por medio. Llega a Colloco
con este pasado sobre sus hombros y, como en todo pueblo chico, es el centro de
los pelambres: “Una mujer sola, sin familia, es siempre sospechosa. Sabe Dios
qué pájara será ésta”, comenta una mujer del lugar.
Los personajes femeninos de Marta Brunet en este libro, son
tristes, con una mirada desolada del mundo masculino que las rodea, puesto que
los hombres que aparecen son prepotentes, autoritarios, superficiales, egoístas,
sin empatía, manipuladores y hasta malvados que pretenden ser amos y señores y
cuyas expectativas son, “ganar dinero, economizar, formarse una situación sólida, educar
convenientemente a los hijos, dar una carrera a los hombres y casar
ventajosamente a las mujeres”.
Por otro lado, en su novela La
Mampara (1946), presenta a Carmen, una mujer
que no se resigna a ser parte de una familia venida a menos y aparenta vivir
como antes, al extremo que hace enormes esfuerzos por mantener un teléfono en
su hogar, mientras su madre viuda y su hermana trabajan para dar sustento a la
familia. Viven en una vieja casa que posee una mampara con vidrios de colores,
que recuerda su pasado glorioso y que es la muda presencia de los aconteceres
familiares. Aparece aquí la veta poética de Marta Brunet en las detalladas
descripciones, casi cinematográficas, que logran pintar las atmósferas que
rodean a los personajes de la novela. Encontramos asimismo, el deseo masculino
de poseer a la mujer, pero sin mayores compromisos. Así es como Hans, le
propone descaradamente a Carmen tener una aventura antes de relacionarse con
ella. “Que sea otro el primero. Que las responsabilidades las arriesgue otro.
Pero yo no te pierdo de vista, estoy ahí, en la sombra”.
Tiranía Materna
Así, sus personajes, los
va desarrollando de acuerdo a las circunstancias que los rodean. Y para ello
los describe minuciosamente, llegando a encontrar su alma. De modo que no resulta sorpresivo que éstos
tengan tales o cuales características psicológicas como resultado de sus
experiencias vividas. Entonces, no es
raro que Julián, el protagonista de Amasijo
(1962), llegue a ser homosexual, pese a las batallas desplegadas
consigo mismo. Cabe señalar que el tema de la homosexualidad era tabú en la
época de la publicación de este texto. A propósito de la novela, leemos en Ercilla
del 11 de julio de 1962:
-La homosexualidad es
un tema que en Hispanoamérica suele tratarse superficialmente o, lo que es
peor, románticamente. A veces aparece como tema incidental en novelas
argentinas o brasileñas y en Chile,
después de Augusto D’Halmar, también ha sido tratado por María Elena
Gertner en algunos de sus personajes secundarios.
Julián es hijo único y
póstumo de un viejo cincuentón con fortuna y de una quinceañera, Emelina, quien
además de preciosa es irresponsable. Cuando sólo llevan un mes de casados, sus
padres sufren un accidente donde muere
el progenitor y su madre, embarazada,
queda con secuelas de por vida.
|
Dibujo de Marta Brunet de Manuel Angeles Ortiz |
De allí en adelante, se
inicia la historia de Julián, el hijo que daría a luz y al que ella criaría como a una niñita a la
que apodaba “ricitos de oro” y vestía de rosado. Era tal su apego a este
pequeño que no lo dejaba ir a ninguna parte, incluso no lo mandaba al colegio,
lo que fue posible gracias a la intervención del cura del lugar, quien en
alguna medida hizo el rol de padre.
Cuando Julián tiene solo ocho años muere la madre y él continúa su
educación hasta llegar al bachillerato, sin decidirse a estudiar ninguna profesión
ni tener grandes ambiciones, porque lo
embarga una profunda tristeza y no le es posible desligarse de esa
verdadera tiranía materna que reaparece en las distintas situaciones de su
vida. Hasta que descubre la posibilidad de salirse de sí mismo y expresarse a
través de sus obras de teatro que se presentan con mucho éxito.
¿Ser o Tener?
Marta Brunet, sin duda, es una
escritora prolija. Prolija porque trabaja a fondo cada uno de sus
protagonistas, los que llegan a convertirse en verdaderos arquetipos humanos.
Así, en Humo hacia el Sur, la autora
nos presenta –a diferencia de otros de sus escritos- a Batilde, una mujer con algunas características masculinas, cuyas
expectativas están puestas en el deseo de poder e interés por el dinero. “Ser
es tener y todo lo demás humo, humo que se lleva el viento”, dice. Pero también la motiva la carrera política de
su marido, Manuel de la
Riestra, un hombre impotente, apabullado primero por su madre
y luego por las ambiciones de su mujer.
En un momento de desahogo de la
Riestra llega reconocer: “Mi vida no la he vivido yo”. Y más
adelante otro sujeto que aparece en el texto reflexiona: “Todos somos juguetes
de fuerzas oscuras que en un momento determinado nos manejan,
desgraciadamente”.
Al ritmo de los avances de esta
historia aparecen, por cierto, curiosos
y complejos personajes que van descubriendo sus heridas, sacando sus máscaras,
dando a conocer sus verdades, encubiertas por las apariencias. La Moraima, Pedro Molina,
Paca Cueto, Ernesto Pérez y otros, recorren las páginas de esta obra que, en definitiva, nos muestra
como todos, en alguna medida, vivimos en la ficción sin darnos cuenta de la realidad que nos circunda. Porque ésta puede ser muy
cruel y exige enfrentar desafíos para no caer en la negación de sí mismo.
Realidad y ficción a fin de
cuentas son los dos elementos que, separados por una delgada línea, se entrelazan en Humo Hacia el Sur, donde no resulta fácil descubrir lo auténtico, lo que es “de veras”, como reflexiona
una de las protagonistas.
La construcción de este ámbito
literario, se concreta en un pueblo imaginado por la escritora, quien abunda en
detalladas descripciones de paisajes, de los interiores de las viviendas y
vericuetos de la ciudad para conseguir así darle verosimilitud y vida a su
creación. Al punto que el gran personaje de esta novela, llega a ser el pueblo,
donde la posible construcción de un puente y sus repercusiones remecen a la comunidad.
Veta Cuentística
Con sus grandes ojazos
celestes bien abiertos y la sensibilidad a flor de piel, Marta Brunet miraba el
mundo con su propia visión femenina, lo que le permitía poner el acento en
situaciones desconocidas, no tomadas en cuenta por la literatura local hasta
ese momento. Y aunque la autora chillaneja destacó con su novelística, también
lo hizo con sus cuentos, los que dio a conocer a lo largo de su vida.
Lo atestigua Gabriela
Mistral en sus Recados Contando a Chile (Editorial
del Pacífico, Santiago, 1957) al referirse a sus escritos: “Cada relato –escribe-
es un verdadero documento social que muestra desde la perspectiva femenina, la
relación hombre-mujer, en su cabal desencuentro e incomprensión, mostrando una
educación que no toma en consideración la idiosincrasia del niño o de la niña
que se hace hombre o mujer, sino que los amolda a un mundo de estructura masculina”.
Uno de sus cuentos más
impresionantes es La Soledad de la Sangre en el cual la protagonista -casada a
los quince años con un hombre mayor elegido por su padre porque “había que
casarla cuanto antes”- logra crear un
mundo muy particular que la lleva hacia otras latitudes más felices. Y
lo logra a través de la adquisición de un fonógrafo con dos discos. Cuando
estaba sola, lo encendía con la certeza de “estar perdiendo el tiempo” -como le decía su marido- y “rebulléndole en
el pecho un espiral de gozo, se dejaba sumergir en la música dulcemente”. Así, cuando el esposo se iba a acostar, se
acostumbró a dejarse llevar por la melodía, “y súbitamente todo en su contorno
se abolió, desapareció sumergido en la estridencia de las trompetas y el
redoble de los tambores, arrastrándola hacia atrás en el tiempo”. Aparece en esos momentos de introspección, lo
bello, lo lúdico, lo soñado, lo amado… Y cuando llega el momento de defender
ese ámbito espiritual, poético y privado que ha construido como un mecanismo de
evasión de su realidad de mujer sometida, lo hace como una leona.
Multifacética Creadora
Con respecto a La
Soledad de la Sangre, el crítico
Angel Rama comenta desde Montevideo en 1967: “No había duda de que era una
mujer la que miraba al mundo (…) Lo miraba desde el ángulo de unas mujeres
nuevas que entonces estaban apareciendo en América Latina rehusándose a vestir
el traje convencional que unos hombres también convencionales les habían
cortado, y hasta rehusándose a ser mujeres ya que aspiraban a convertirse en
seres humanos”.
También Marta Brunet escribió cuentos para niños
donde aparece su inmensa ternura. Una
historia con Dos Gatas, comienza cuando, al mismo tiempo, ambas felinas tienen un gatito. Pero, desgraciadamente
murió el de Linda, quien desolada por la pérdida llegó hasta donde la otra
gata, Pinta, creyendo que ella le había robado a su hijo. Entonces, comienzan a
pelear. “Volaban los pelos, sangraban
las narices, las orejas eran las que padecían los peores mordiscos y los
maullidos que daban eran como rugidos de puma. (…) y a fuerza de escobazos y
hasta jarros de agua consiguieron separar a las dos gatas, medio locas de rabia
y hechas una compasión”. Pinta quedó malherida y, presintiendo su muerte,
decidió generosamente entregarle su cría a Linda para que no quedara sola en el
mundo.
Su pluma no sólo escribió novelas, nouvelles, cuentos y relatos
infantiles. También publicó artículos en la prensa, recetas de cocina, consejos
de decoración, y versos. Hugo Montes en su ensayo Poesía de Marta Brunet rescata algunos de sus poemas que
aparecieron en Hacia, uno de los
cuadernillos que editaba Andrés Sabella en Antofagasta.
“Hora a
destiempo en el tiempo
que no
debió de sonar.
//
La creímos de alborozo
-flores
sueltas del gozar.
La
creímos de partida
-barquito
del buen soñar.
La
creímos de retorno
-con la
carga de un cantar.
//
Era la
hora de ambos:
Pero no
debió sonar…
Era la
hora de ambos:
De hallar
y de separar…
//
La
creímos de alborozo
-fue
espina para clavar.
La creímos
de partida
-fue
adioses para llorar.
La
creímos de retorno
-fue
senda sin regresar.
//
Hora a
destiempo en el tiempo
que no
debió de sonar…”
(De Tres Romances. I )
“¿Irías a Ser Ciega que Dios te Dio esas Manos?”
(Altazor, Vicente Huidobro)
Extrovertida,
dinámica y casi eufórica, Marta Brunet tenía una figura imponente y desenvuelta
al caminar: alta, derecha, con una piel blanca y lozana junto a una sonrisa seductora
que estallaba descubriendo sus dientes muy parejos. Sus ojos claros, surcados
por el velo de la ceguera, la aislaban cada vez más del mundo exterior,
carencia que facilitaba su mirada hacia el interior, agudizándole otras
sensibilidades a las que ella sabía muy bien cómo darles salida a través de su
escritura. Vicente Huidobro lo dice metafóricamente en uno de sus poemas: “¿Irías a ser ciega que
Dios te dio esas manos?”. Y sí, realmente ella tenía unas manos hermosas, unas
manos para palpar el universo que sus ojos se negaban a iluminar. “Sus manos
eran bellas como de virgen: eran, además, elocuentes, patéticas y dignas en el
silencio, hacendosas al escribir, cálidas al recibir el saludo”.
(René
Sepúlveda. “Un recuerdo para Marta Brunet” diario El Sur, Concepción, 13 de noviembre, 1981).
Borracha de Vista
Pero en el
año 1961 –cuando tenía 64 años- las tinieblas se disiparon. El famoso
oftalmólogo español Joaquín Barraguer con mano maestra eliminó las dos
cataratas que interrumpían su mirada. “Este es el año más feliz de mi vida
–dijo a Zig-Zag en diciembre de
1961- nadie puede saber lo que es este don maravilloso de la vista, mientras no
lo ha perdido. (…) Ando literalmente borracha de vista, borracha de luz, borracha de color”. En Europa recorrió diversos países dándose “orgías
de verde y cielos, de rostros y rincones, entraba a los mercados, me confundía
con la gente en las grandes arterias, penetraba por gusto a los metros y a los
cines, simplemente para ver (…) muchas veces me sorprendí mirando las cosas más
absurdas: las patentes de los automóviles, los rostros de los niños cuando se
pelean, la calva de los profesores, los quiltros olisqueando alrededor de los
venerables monumentos…” Recuerda que cuando visitaba un pueblo de sus
antepasados, llamado Pane, aledaño a Santander, y anochecía “de repente levanté
la vista y vi –con estos pobres ojos míos- el lucero. ¡Hacía casi diez años que
mis retinas habían sido incapaces de atisbar su belleza en el cielo de la
tarde! Fue entonces cuando lloré, largamente y sin ruido, mientras seguía
caminando por la senda polvorienta, la misma que hollaron los pies de los
abuelos”.
Nacida en
Chillán el 9 de agosto de 1897, Marta Brunet era hija única de un chileno de
ascendencia catalana, Ambrosio Brunet Molina y de una española, gallega,
Presentación Cáraves de Cossío. Sus primeros años los pasa en Pailahueque,
fundo paterno que se encuentra en Victoria donde toma contacto con la
ruralidad. Recibe en su hogar clases particulares de profesores de diferentes
materias, mientras que su institutriz francesa le enseña ese idioma.
Sus primeras
inquietudes literarias aparecen cuando, a los siete años, escribe teatro para
perros y gatos, que representaba ante sus muñecas.
Desde 1911,
pasa largo tiempo viajando por Europa con sus padres, donde se contacta con las
obras de escritores del Viejo Mundo. El estallido de la Primera Guerra Mundial, en
1914, los obliga a regresar al país y se establecen en Chillán.
Hacia 1919 y
1923 la vocación de Marta va de un lugar a otro: primero escandaliza a sus
padres diciéndoles que deseaba ser médico y luego con la idea de ser bailarina.
En tanto, escribía naturalmente e integraba un grupo juvenil de aficionados a
las letras.
Escribe
poemas y publica cuentos en La
Discusión de
Chillán. Hasta que Hernán Díaz Arrieta, Alone se cruza en su camino y la
motiva a publicar Montaña Adentro (1923).
“Pese a una vocecita clara y mimosa, musicalmente femenina, la voluntad de
Marta ignoraba la timidez, y lo que se había propuesto realizar, lo realizaba”.
Comentaba Alone en el prólogo a las Obras Completas de Marta Brunet, (Zig-Zag, Santiago, 1962).
Libros de Cocina y Quiromancia
Luego de la
muerte de su padre en 1924, trabaja en distintos ámbitos. Llega incluso a publicar libros de cocina e instalae un
consultorio de quiromancia. Al mismo tiempo se dedica al periodismo y paso a paso va
dando a conocer sus relatos en diversos
medios. En 1929 gana el Primer Premio en el Concurso de Cuentos organizado por
el diario El Mercurio con Tierra Bravía y
en 1933 es galardonada con el Premio de Novela de la Sociedad de Escritores de
Chile.
En tanto que publica obras literarias, desde 1934-1939 trabaja en editorial
Zig-Zag como redactora y luego como editora de la revista Familia. Pero la carrera diplomática aparece en su quehacer cuando
el Presidente Pedro Aguirre Cerda , en 1939, la nombra cónsul Honorario en La Plata, adscrita al Consulado
General de Chile en Buenos Aires, lugar donde publica cuentos en el diario La
Nación y en la revista Sur.
Siempre matizando
su carrera diplomática con la escritura, es nombrada Cónsul de Profesión en
1943, adscrita al Consulado Chileno, función en la que permanece hasta 1952.
Entre otros van apareciendo sus relatos Aguas
Abajo y en 1946 da a conocer sus
novelas Humo Hacia el Sur, -reconocido
como el mejor libro del mes por el Pen Club de Chile y por el Club del Libro de
Buenos Aires- y La Mampara.
Los cargos se
suceden unos a otros: en 1947, fue vicepresidenta de la comisión Organizadora del
Congreso Americano de Escritores desarrollado en Buenos Aires; en 1948 es nombrada
Tercer Secretario de la
Embajada de Chile en Buenos Aires para Asuntos Culturales y
en 1950 asciende a Segundo Secretario.
Aparecen en
1949 sus relatos contenidos en Raíz del
Sueño y en 1953 regresa a Chile, radicándose en Santiago donde imparte
cursos y dicta conferencias sobre literatura chilena e hispanoamericana. Su famosa
novela María Nadie la presenta en
1957 y más adelante entrega numerosos cuentos infantiles.
1961 es clave
para la escritora: obtiene el premio Nacional de Literatura. Al año siguiente publica su
novela Amasijo; es reconocida como
Hija Ilustre de Chillán y fue nombrada Agregada Cultural de la Embajada de Chile en Río
de Janeiro, ocupando a continuación,
en1963, el mismo cargo en Montevideo.
Pero el 27 de
octubre de 1967, mientras agradecía el honor de haber sido incorporada a la Academia Uruguaya de Letras, Marta
Brunet moría repentinamente víctima de un ataque cerebral fulminante. “De
pronto sus dedos, sus manos, sus bellas manos, se crispan… “esto es todo”,
murmura, y calla definitivamente. Ese día el sol se tiñó de rojo”. (Emilio
Rojas: Marta Brunet, en Biografía
Cultural de Chile, Gong, Santiago, 1995).