La jungla es oscura pero está llena de diamantes
Arthur Miller
Por increíble que sea, la respuesta de Phillipe Claudel en su novela La nieta del señor Lihn es sí. En sus páginas, su autor, sobre el trasfondo del hormigueo indiferente y sin olor a nada de una gran ciudad, se las ingenia para que hagamos una parada a fin de mirar la desesperada situación del frágil y anciano, señor Lihn, un refugiado que llegó arrancando, junto a su pequeña nieta de meses, de una guerra que ha desvastado su aldea y su familia. Como le sucede a tantas almas tristes, nadie le quiere en verdad mirar, ni escuchar o dejarle hablar y mucho menos acercarse a la naturaleza de su tragedia. Tal silencio y desamparo podría haber sido mortífero para él, al encerrarlo en un mundo sin deseos ni palabras, si no se hubiese arrimado por casualidad al espíritu afectuoso y robusto del señor Bark, otra alma, asida a nada, tras la muerte de su amada esposa. Todo esto, entendiendo sin entender a San Juan de la Cruz: “Mas escoge para ti un espíritu robusto, no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia, porque la sabrosa, dulce, y durable fruta en la tierra fría y seca se coge."
Así las cosas; la luz de este diamante-novela hace brillar el fruto más preciado de la vida: la amistad verdadera, recordando que pese a las calamidades y otros quebrantos, gracias a ella la vida merece ser vivida. Así somos testigos del conmovedor encuentro de estos dos espíritus solitarios, que en realidad son tres, si incluimos a la nieta de Lihn. Es un encuentro intimo, de alma a alma, de gran fuerza y que en verdad une; ambos se adivinan o intuyen entre sí, se palpan profundamente más allá de las palabras; como si cada uno quisiese entrar en el pellejo del otro, hallando mediante pequeños gestos de ternura comunicar lo esencial. Aunque eso no es todo. El relato enseña que la fantasía juega un papel central para sobrellevar las durezas del día a día y nos salva de perecer ante las crueles verdades, aun cuando a los ojos de los demás,"sólo peinemos la muñeca”. En tanto las horas más bellas y elevadas de este relato transcurren al momento en que el viejo abraza la ciencia de la cruz de San Juan:"El camino de la fe es sano y seguro, y por este han de caminar las almas para ir adelante en la virtud, cerrando los ojos a todo lo que es del sentido e inteligencia clara y particular”. Cuando Lihn comprende que quien no puede morir debe continuar andando, se lanza a la "enloquecida fuerza del desaliento" (como dice tan bellamente el poeta español Ángel González); en un andar ciego y desorientado, abrazado a la ternura de su pequeña nieta que debe cuidar solo y de la cual jamás se separa, va tras la vida de su alma. ¡Vaya novela! Muy breve, se lee de un tirón, y, bella y triste a la vez, engancha con simpleza al corazón. Su final inesperado y de no creerlo, hace ver que la verdadera liberación arranca de los sentimientos. Vale entonces amar nuestros delirios de amor tanto como a nosotros mismos, pues el amor es lo único capaz de sobrevivir a la tragedia.
El texto recién leído por ustedes, nace de un comentario al pasar:"Para qué incluir a San Juan de la Cruz en el blog: ¡Ufff! si tiene olor a naftalina". Para juzgar según su experiencia, si las verdades esenciales que salvan son eternas y siempre nuevas, lean esta nueva novela.
Arthur Miller
Por increíble que sea, la respuesta de Phillipe Claudel en su novela La nieta del señor Lihn es sí. En sus páginas, su autor, sobre el trasfondo del hormigueo indiferente y sin olor a nada de una gran ciudad, se las ingenia para que hagamos una parada a fin de mirar la desesperada situación del frágil y anciano, señor Lihn, un refugiado que llegó arrancando, junto a su pequeña nieta de meses, de una guerra que ha desvastado su aldea y su familia. Como le sucede a tantas almas tristes, nadie le quiere en verdad mirar, ni escuchar o dejarle hablar y mucho menos acercarse a la naturaleza de su tragedia. Tal silencio y desamparo podría haber sido mortífero para él, al encerrarlo en un mundo sin deseos ni palabras, si no se hubiese arrimado por casualidad al espíritu afectuoso y robusto del señor Bark, otra alma, asida a nada, tras la muerte de su amada esposa. Todo esto, entendiendo sin entender a San Juan de la Cruz: “Mas escoge para ti un espíritu robusto, no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia, porque la sabrosa, dulce, y durable fruta en la tierra fría y seca se coge."
Así las cosas; la luz de este diamante-novela hace brillar el fruto más preciado de la vida: la amistad verdadera, recordando que pese a las calamidades y otros quebrantos, gracias a ella la vida merece ser vivida. Así somos testigos del conmovedor encuentro de estos dos espíritus solitarios, que en realidad son tres, si incluimos a la nieta de Lihn. Es un encuentro intimo, de alma a alma, de gran fuerza y que en verdad une; ambos se adivinan o intuyen entre sí, se palpan profundamente más allá de las palabras; como si cada uno quisiese entrar en el pellejo del otro, hallando mediante pequeños gestos de ternura comunicar lo esencial. Aunque eso no es todo. El relato enseña que la fantasía juega un papel central para sobrellevar las durezas del día a día y nos salva de perecer ante las crueles verdades, aun cuando a los ojos de los demás,"sólo peinemos la muñeca”. En tanto las horas más bellas y elevadas de este relato transcurren al momento en que el viejo abraza la ciencia de la cruz de San Juan:"El camino de la fe es sano y seguro, y por este han de caminar las almas para ir adelante en la virtud, cerrando los ojos a todo lo que es del sentido e inteligencia clara y particular”. Cuando Lihn comprende que quien no puede morir debe continuar andando, se lanza a la "enloquecida fuerza del desaliento" (como dice tan bellamente el poeta español Ángel González); en un andar ciego y desorientado, abrazado a la ternura de su pequeña nieta que debe cuidar solo y de la cual jamás se separa, va tras la vida de su alma. ¡Vaya novela! Muy breve, se lee de un tirón, y, bella y triste a la vez, engancha con simpleza al corazón. Su final inesperado y de no creerlo, hace ver que la verdadera liberación arranca de los sentimientos. Vale entonces amar nuestros delirios de amor tanto como a nosotros mismos, pues el amor es lo único capaz de sobrevivir a la tragedia.
El texto recién leído por ustedes, nace de un comentario al pasar:"Para qué incluir a San Juan de la Cruz en el blog: ¡Ufff! si tiene olor a naftalina". Para juzgar según su experiencia, si las verdades esenciales que salvan son eternas y siempre nuevas, lean esta nueva novela.
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