viernes, 29 de abril de 2011

Sobre San Juan de la Cruz y La nieta del señor Lihn: ¿Puede uno hacerse el loco sin serlo y así y todo estar en un asilo?








La jungla es oscura pero está llena de diamantes

Arthur Miller

Por increíble que sea, la respuesta de Phillipe Claudel en su novela La nieta del señor Lihn es sí. En sus páginas, su autor, sobre el trasfondo del hormigueo indiferente y sin olor a nada de una gran ciudad, se las ingenia para que hagamos una parada a fin de mirar la desesperada situación del frágil y anciano, señor Lihn, un refugiado que llegó arrancando, junto a su pequeña nieta de meses, de una guerra que ha desvastado su aldea y su familia. Como le sucede a tantas almas tristes, nadie le quiere en verdad mirar, ni escuchar o dejarle hablar y mucho menos acercarse a la naturaleza de su tragedia. Tal silencio y desamparo podría haber sido mortífero para él, al encerrarlo en un mundo sin deseos ni palabras, si no se hubiese arrimado por casualidad al espíritu afectuoso y robusto del señor Bark, otra alma, asida a nada, tras la muerte de su amada esposa. Todo esto, entendiendo sin entender a San Juan de la Cruz: “Mas escoge para ti un espíritu robusto, no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia, porque la sabrosa, dulce, y durable fruta en la tierra fría y seca se coge."

Así las cosas; la luz de este diamante-novela hace brillar el fruto más preciado de la vida: la amistad verdadera, recordando que pese a las calamidades y otros quebrantos, gracias a ella la vida merece ser vivida. Así somos testigos del conmovedor encuentro de estos dos espíritus solitarios, que en realidad son tres, si incluimos a la nieta de Lihn. Es un encuentro intimo, de alma a alma, de gran fuerza y que en verdad une; ambos se adivinan o intuyen entre sí, se palpan profundamente más allá de las palabras; como si cada uno quisiese entrar en el pellejo del otro, hallando mediante pequeños gestos de ternura comunicar lo esencial. Aunque eso no es todo. El relato enseña que la fantasía juega un papel central para sobrellevar las durezas del día a día y nos salva de perecer ante las crueles verdades, aun cuando a los ojos de los demás,"sólo peinemos la muñeca”. En tanto las horas más bellas y elevadas de este relato transcurren al momento en que el viejo abraza la ciencia de la cruz de San Juan:"El camino de la fe es sano y seguro, y por este han de caminar las almas para ir adelante en la virtud, cerrando los ojos a todo lo que es del sentido e inteligencia clara y particular”. Cuando Lihn comprende que quien no puede morir debe continuar andando, se lanza a la "enloquecida fuerza del desaliento" (como dice tan bellamente el poeta español Ángel González); en un andar ciego y desorientado, abrazado a la ternura de su pequeña nieta que debe cuidar solo y de la cual jamás se separa, va tras la vida de su alma. ¡Vaya novela! Muy breve, se lee de un tirón, y, bella y triste a la vez, engancha con simpleza al corazón. Su final inesperado y de no creerlo, hace ver que la verdadera liberación arranca de los sentimientos. Vale entonces amar nuestros delirios de amor tanto como a nosotros mismos, pues el amor es lo único capaz de sobrevivir a la tragedia.

El texto recién leído por ustedes, nace de un comentario al pasar:"Para qué incluir a San Juan de la Cruz en el blog: ¡Ufff! si tiene olor a naftalina". Para juzgar según su experiencia, si las verdades esenciales que salvan son eternas y siempre nuevas, lean esta nueva novela.










domingo, 17 de abril de 2011

HUELLAS DE CULPA


Bernhard Schlick nos lleva con “El lector” a una Alemania donde la culpa y el castigo dan forma a una apasionante trama.


Michael Berg es un adolescente quinceañero al que una hepatitis lo ha marginado momentáneamente de la escuela y sólo le permiten hacer lánguidos paseos por su ciudad. Un día, se siente enfermo y una atrayente mujer se acerca para ayudarlo, acompañándolo luego a su casa. Días después, su madre lo convence que le lleve un ramo de flores. En este momento, comienza el apasionado romance entre la cobradora de tranvías y el estudiante, quienes muy pronto caen en una rutina erótica donde el joven lee textos clásicos a su amada, se bañan y hacen el amor.

Pasan los meses y Michael comienza a añorar la piscina, sus amigos y amigas y realiza algunas arrancadas con ellos. En ese momento, la mujer desaparece y el joven queda con una sensación de culpa que arruinará sus futuros amores.


Siete años después, el protagonista, convertido en estudiante de leyes, es enviado a observar un juicio a un grupo de guardianas de las SS. Allí encuentra nuevamente a Hanna. Durante el desarrollo del proceso, se da cuenta que es analfabeta y que por no revelar este secreto, carga sobre sí misma todas las culpas. Más adelante, comenzará a grabarle libros y a enviárselos a la cárcel, sin que se cruce correspondencia entre ambos. Ella aprende a leer con la ayuda de las cintas y a los textos sobre los campos de exterminio y el Holocausto que obtiene en la biblioteca. Así, en el libro, se cruzan distintos enfoques y tragedias: primeramente, aparece la culpa, por la que han tenido que pagar los alemanes que nacieron después del Holocausto por una guerra en la que no tomaron parte; además, interviene el personaje femenino, contemporáneo al conflicto, que asiste sin reproches de conciencia a éste. Por otra parte, parece preferir el castigo, antes de confesar que no sabe leer. El autor, que también nació después de la guerra, analiza la posición de sus pares respecto de sus padres y como abogado, reflexiona sobre el derecho y la justicia. En una conversación de Michael con su padre -académico y filósofo-, hablan de la dignidad y la libertad del hombre para decidir su destino.


Bernhard Schlinck nació en 1944, el año en que terminó la Segunda Guerra Mundial. De profesión abogado, ejerce como juez en Alemania. Sus tres primeras obras fueron novelas policiales, que alcanzaron gran popularidad, pero fue con “El lector” donde ha obtenido el mayor reconocimiento, ganando gran número de premios literarios y batiendo todos los récords de ventas. Ha sido la novela alemana de pos guerra más vendida en Estados Unidos.


“El Lector” fue trasladado al cine con gran éxito por el director Stephen Daldry. En la película, Kate Winslet realiza una gran interpretación de Hanna, por la que ganó un Oscar. El papel de Michael lo desempeñaron dos actores: David Cross, hace un Michael de 15 años, y Ralph Fiennes, lo representa como adulto. Un libro interesante, magnificamente escrito, sobre un tema imborrable en la conciencia alemana.


(Puedes acceder al trailer de la película haciendo click aquí)

Maria Teresa Gandarillas

lunes, 4 de abril de 2011

María Ester Martínez Sanz: Maestra hasta el Fin


Hace ya tres meses que murió María Ester, nuestra profesora del taller literario “Brújula de libros”, formado hace cinco años. Aunque provenía de la Facultad de Letras de la Universidad Católica, donde fue docente por mucho tiempo, supo adaptarse a un grupo de mujeres interesadas por la literatura, pero alejadas de la academia, lo que resultó ser una experiencia inédita. Inédita, tanto para ella como para nosotras. Sin embargo, lo pasamos maravillosamente bien en las clases preparadas con acuciosidad por la MEM, así la llamábamos. Disfrutamos con las lecturas, los comentarios y también con las conversaciones de todo tipo que allí surgían, porque no sólo se desempeñó como una gran maestra, sino también como una gran amiga.


Y no es raro que ocurriera esto, porque luchó para desarrollar y disfrutar sus talentos, ejerciendo su vocación con rigor y entusiasmo. Completó sus estudios en Estados Unidos: Master of Arts, 1971, Universidad de Wisconsin- Madison y PH.D, 1988, Universidad de Indiana. Además, publicó numerosos artículos, libros y traducciones. En el ámbito personal, se entregó a sus afectos familiares, cultivó la amistad en forma generosa y ayudó a muchos.


No fue obstáculo su enfermedad para que continuara asistiendo al taller. Una semana antes de su partida tuvimos la que sería la sesión final. Ella había perdido mucho peso, estaba débil, pero así y todo quiso dar su última clase, a sus últimas alumnas, probablemente con un esfuerzo enorme, pero siempre con alegría, pues su vocación de maestra no la abandonó nunca.


Su fortaleza y valentía, la llevaron a no demostrar los malestares, enfrentando el sufrimiento con dignidad y la cercana presencia de la muerte como algo natural, para la cual pudo prepararse. Y, justamente en una fecha clave, Epifanía, el 6 de enero, cuando Jesús se manifiesta como luz del mundo, María Ester partía de este lado de la vida, dejando su memoria, pero también su ausencia.


En este blog pueden leerse dos artículos suyos: el último, acerca de Vargas Llosa que trata de la verdad de las mentiras y anteriormente, sobre Emily Dickinson y su poema “ I'm Nobody! Who are you?/ Are you -Nobody- too?” (¡Soy Nadie! ¿Quién eres tú?/ ¿Eres –nadie- ¿también?)


Sus últimas alumnas

María Ester en mi recuerdo

Cuando me uní al grupo, éste ya funcionaba como taller hacía un tiempo. Yo había terminado mi trabajo de muchos años en El Mercurio y estaba bastante perdida sobre qué hacer con mi vida de jubilada. Mis amigas, también ex Mercurio, me invitaron a participar y así llegué al departamento de la Mem. Desde que la vi, me encantó. Siempre impecable, se multiplicaba. Elegía los temas, preparaba las clases, fotocopiaba para cada una textos elegidos. Además nos atiborraba de galletitas, pasteles y deliciosas tazas de té. Nuestro taller tuvo siempre un tono de humor y de amistad. Antes de partir con la clase, hablábamos de nuestras familias, de nuestra penas y mucho de nuestras alegrías. Después entrábamos en materia.

Me encantaba la inteligencia y la pasión de María Ester. Todo le interesaba. Cuando descubrió las posibilidades de tener un blog, nos obligó a crearlo con ella. Puso a Teresita, la hija de Beatriz, a diseñarlo, a uno de sus sobrinos a ayudarla y, finalmente, María Ignacia, mi nieta de 14 años, vino de Talca a darnos clases para manejarlo. Fue así como nació La Brújula de Libros, que ahora queremos continuar, como un recuerdo palpable de nuestra querida amiga.
Hay tantos otros aspectos de María Ester que comentar, me da tanta pena hablar de ella en pasado, aunque siento su presencia diariamente. Yo la tenía encomendada a la Virgen de los Rayos. En una de las últimas conversaciones telefónicas que tuvimos, me dijo " pídele que yo me lo tome mejor".
Y así ocurrió. Un día antes de su partida, volvimos a encontrar a la misma Mem de siempre.

domingo, 3 de abril de 2011

Nuestro taller: el legado de María Ester

Nuestro taller:

El legado de María Ester

A María Ester la recuerdo esa tarde de verano en nuestra habitual reunión del taller literario. Al iniciar la sesión se veía cansada, físicamente débil. Sin embargo, al poco rato, todo fue alegría. Como tantas otras veces, después de conversarlo todo, nos centramos en lo que acabábamos de leer: “El lirio del valle”, de Balzac. Fue el último libro que compartimos con quien sería, por tantos años, nuestra guía y amiga en el maravilloso viaje por la literatura. Pocos días después, el 6 de enero de este año, ella dejó este mundo para siempre.

Para María Ester, fuimos sus “talleristas”, como nos bautizó, un grupo de mujeres donde el respeto mutuo fue la tónica, más allá del color político y las creencias religiosas de cada una. Desinteresadamente, ella, una mujer de lucida trayectoria en el campo de las letras, puso a nuestra disposición sus conocimientos literarios, vastísimos. Nos llevó a deleitarnos con la belleza de la poesía y a profundizar en los rincones más ocultos del cuento y la novela; el revés de la trama, como decía. Recorrimos la poesía erótica de Gonzalo Rojas y la mística de San Juan de la Cruz. Nos adentramos en la literatura del horror con Henry James. Miramos el pasado bajo la óptica de la novela histórica de Alejo Carpentier, Mercedes Valdivieso, Guillermo Blanco. Gozamos, sufrimos y nos emocionamos con el “Macbeth” de Shakespeare, “Mientras agonizo” de Faulkner, “El guardián entre el centeno” de Salinger, “La tía Julia y el escribidos” de Vargas Llosa. Y tantos otros libros, los de Chejov, Hemingway, Rivera Letelier, Violeta Parra, Goethe.

Lo que caracterizó a este taller fue la libertad para escoger nuestro material de lectura. En verdaderas reuniones de pauta, se proponían y discutían ideas, bajo la conducción de María Ester. Muchas veces una cosa llevó a la otra. Por ejemplo, después de “Leer Lolita en Teherán”, de Azar Nafisi, la historia de un grupo de jóvenes mujeres iraníes que se reúnen en un taller con su profesora de literatura bajo la represión política de su país, decidimos leer las novelas que allí figuran, como “Lolita” de Vladimir Nabokov, “El gran Gatsby” de Scott Fitzgerald y “Orgullo y prejuicio” de Jane Austen.

Lo mismo nos pasó cuando llegamos al final de “Balzac y la joven costurera china”, de Dai Sijie, un verdadero homenaje a la literatura y la libertad en tiempos atroces, como los de la revolución cultural en China. Esta bella y hermosa novela nos condujo a descubrir (o redescubrir) a Honoré de Balzac y otros escritores franceses de la llamada novela realista del siglo XIX.

Y todo este maravilloso trabajo se llevó a cabo bajo la conducción de alguien tan preparado como María Ester. Pero ella hizo mucho más. Con nosotras, todas ignorantes en el tema, logró echar a andar este blog, enseñándonos que para escribir publicaciones y comentarios sobre literatura hay que respetar ciertas reglas de estilo. Un parto para cada una, acostumbradas a redactar reportajes periodísticos o informes de sicología. De todas estas reglas, confieso, no llegamos a aprender ninguna.

En la última reunión que tuvimos con ella nos hicimos nuestros regalos de Pascua. Por mi parte, le llevé una agenda que, por desgracia, ni siquiera alcanzó a iniciar. La elegí porque, según decía en la tapa, era “sólo para mujeres” y a ella el tema de la mujer en la literatura, como autora o protagonista, siempre la apasionó. De ahí que leyéramos la novela de Elena Poniatowska “Hasta no verte Jesús mío”, los libros de “Rut”, “Ester” y “Judit” del Antiguo Testamento, el poema de Gabriela Mistral “Todas íbamos a ser reinas”, el drama de Ibsen “Casa de Muñecas” y tantas otras obras.

De María Ester recibimos un invaluable legado, un taller consolidado y un blog que, tal vez, signifique un pequeño aporte para quienes están en este mismo viaje por la literatura. Un taller y un blog que seguirán funcionando, tal como ella lo hubiera deseado, aunque ya no esté entre nosotras.

Nuestro taller: el legado de María Ester