viernes, 28 de octubre de 2011

Elena Poniatowska: Ficción a Partir de la Realidad








A través de «Leonora», novela ganadora del Premio Biblioteca Breve 2011 de la editorial Seix Barral, la escritora y periodista mexicana logra introducirse en la intimidad del proceso creativo de una mujer excepcional que dejó su huella en las letras y las artes.


por Beatriz Berger



Nuevamente Elena Poniatowska (Paris, 1932) nos deleita con su trabajo periodístico que, unido a su buen ojo literario, convierte en ficción. Una simbiosis que anteriormente le ha dado buenos frutos a la escritora mexicana, como son sus conocidas novelas, Tinísima, acerca de la fotógrafa Tina Modotti; Hasta no verte Jesús mío, donde cuenta la historia de una soldadera de la revolución mexicana, Jesusa Palancares, a quien entrevistó extensamente o Querido Diego te abraza Quiela, basada en la relación amorosa que sostuvo Diego Rivera con Angelina Beloff, pintora rusa exiliada en París. Así, periodismo y literatura se amalgaman a través de la pluma y la cabeza de Elena Poniatowska esta vez para perpetuar la imagen de Leonora Carrington.

Aunque la autora estuvo ligada por el periodismo y la amistad a la vida de Leonora Carrington (Lancashire, 1917- Ciudad de México 2011), no le resultaba tarea fácil abordarla como personaje literario, pues la vida de esta inglesa, que finalmente se radicó en México, está plagada de numerosas vicisitudes, contradicciones y un cierto hermetismo de su parte. Tal vez esa fue la razón por la que Elena Poniatowska decidió escribir una biografía novelada, pero conservando los nombres reales de los protagonistas. Además, debe haber resultado muy atractivo para ella dar a conocer por intermedio de esta obra no sólo el movimiento surrealista en Francia, México y Nueva York –a los que se integró Leonora- , sino también relatar la historia de Francia y México que se desarrollaba en torno a la trama del libro.

El mayor valor del texto, sin duda, reside en la capacidad de Elena Poniatowska de abrir las puertas del mundo creativo de esta mujer rebelde, que tenía claro que su mente caminaba más rápido que su cuerpo y se debatía constantemente entre el equilibrio y la locura. Punto de vista que la escritora mexicana destaca en su novela, como el diálogo entre Leonora y Breton, que se reproduce a continuación:
“Creo, André (Breton) –dice Leonora-, que nadie aquí se parece a mi mundo. A veces me alegro pero otras me da miedo perder la cabeza.
-El miedo a la locura es la última barrera que debes vencer. Las mentes heridas son infinitamente mejores que las sanas. Una mente atormentada es creativa. (…)”.

Por cierto, el tema de la locura y la creación es una de las grandes reflexiones de la protagonista. Así, en el manicomio de Santander -donde estuvo internada después que Max Ernst, uno de sus grandes amores, fuera llevado a un campo de concentración en Francia-, la consideraban un “vivo incendio”. Incendio que intentaron aplacar con inyecciones de Cardiazol, medicamento que en ese entonces reemplazaba al temido electroshock y que Leonora recordaría con horror hasta sus últimos días.

Vale la pena destacar, por otro lado, la presencia de los personajes de la época que rodearon a la artista como fueron la pintora Remedios Varo, los escritores Octavio Paz, Juan Rulfo y Carlos Fuentes; el excéntrico millonario, coleccionista de obras de arte y mecenas Edward James y el fotógrafo húngaro Emérico Chiki Weisz, su marido y padre de sus dos hijos. También alternó con Peggy Guggenheim, Salvador Dalí, Marcel Duchamp y Joan Miró entre otros. Asimismo, resaltan vívidamente en la obra distintos escenarios como las excéntricas construcciones surrealistas de Edward James en la selva mexicana o la bucólica viña francesa donde permaneció durante un tiempo junto a Max Ernst.

Se trata de un libro bien documentado, provisto de una amplia bibliografía, cuyas más de quinientas páginas se recorren con avidez, pues nos hablan del desafío real y humano de una talentosa artista que debió vencer sus limitaciones, dolores y temperamento sensible para contar su verdad y, simplemente –también como terapia-, poder dar a luz su rico mundo interior.

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