jueves, 23 de junio de 2011
III Mary Graham: Chile desde la Mirada de una Gringa
Ni doscientos años han transcurrido desde que esta empedernida viajera, cronista, pintora, dibujante e historiadora pisara nuestro país a principios del siglo XIX y dejara su testimonio en su «Diario de mi residencia en Chile en 1822». Para bien y para mal, los cambios experimentados en todos los ámbitos son impresionantes. Y eso que aún somos una región en vías de desarrollo.
por Beatriz Berger
Hoy, en los inicios del siglo XXI, cuando las ciudades se esconden tras los edificios cada vez más altos, los avisos publicitarios gigantescos, las basuras no degradables y el esmog del medio ambiente, el libro de Mary Graham, Diario de mi residencia en Chile en el año 1822 -(Editorial Norma, 2005. Nueva traducción de María Ester Martínez y Javiera Palma)- nos remonta a otros tiempos –no tan antiguos, por lo demás-, donde reinaba el adobe, los caminos de tierra, el transporte a caballo y se imponía la presencia del paisaje.
Resulta interesante leer el diario que esta inglesa inició en el mes de abril de 1822. Interesante porque describe con mucho detalle las costumbres del país, alimentación, juegos, folclore, flora, paisaje, arquitectura e incluso hasta habla de las vestimentas y letras musicales de la época. Pero también emite opiniones de política nacional, acerca de la gente y de la geografía de este territorio que da sus primeros pasos como república independiente. Nada parece escapar a su mirada profunda e inteligente. Y es que, aparte de su natural curiosidad, la autora ya contaba con la experiencia de haber publicado en Inglaterra su Diario de mi residencia en la India (1812), Cartas de la India (1814) y Tres meses en las montañas de Roma (1820).
Describe a San Martín como “odioso” y “ególatra”
En los momentos en que la fragata Doris, de la Armada de Su Majestad Británica, navegaba por el Cabo de Hornos, su comandante Thomas Graham, moría en los brazos de su esposa Mary. Pese al dolor por la pérdida, la viuda decide radicarse en Valparaíso en el barrio del Almendral, donde fue acogida con gran hospitalidad por vecinos, miembros de la comunidad inglesa, tanto del ámbito civil como de la marina, e incluso autoridades con muchas de las cuales logra establecer gran amistad. Es el caso de Lord Cochrane, quien la visitaba con frecuencia y la recibía en su casa en Quintero. Logró, además, que dejara el país cuando él emigró de Chile.
Si bien tuvo contacto amistoso con el Director Supremo, O Higgins, las hermanas de Carrera, José Ignacio Zenteno y otras personalidades de ese entonces, sus expresiones acerca de San Martín, a quien describe como “odioso” y “ególatra”, son tajantes: “Se ha dicho que San Martín es aficionado a la bebida, no creo que esto sea verdad, pero consume opio y sus exabruptos pasionales son tan frecuentes y violentos que nadie se siente a salvo.”
Poseedora de una gran sensibilidad artística, dejó asimismo testimonio gráfico de distintos lugares del país. Así, la antigua edición chilena de este mismo libro, traducida por José Valenzuela (Editorial del Pacífico, 1956) está ilustrada con sus dibujos. Llegó incluso a hacer clases de arte, pero no puede evitar la dureza y prepotencia de superioridad cultural en sus comentarios: “Mi alumno –escribe- es gentil y perseverante, aunque algo indolente; está dotado de buen sentido y un fuerte sentimiento poético. Si estuviésemos en Europa donde él pudiese ver buenos cuadros y sobre todo buenos dibujos, no tengo duda de que sería un excelente pintor.” Más adelante agrega: “Estimo que no existe en todo Chile un solo pintor nacional o extranjero; me temo que existen asuntos más importantes de que preocuparse que las bellas artes.” Y es que la autora consideraba esta nación como una de las más atrasadas del continente “en parte por causas políticas, en parte por causas morales y físicas que le son peculiares.”
Critica a Chilenos e Ingleses
Pero no sólo critica a los chilenos, también lo hace con los propios ingleses, señalando que entre sus compatriotas hay excelentes personas aunque algunos se dan aires de caballeros distinguidos y otros “se dedican a estafar al prójimo.”
Todo lo que la rodea es motivo de interés para esta mujer culta y siempre dispuesta a incursionar en otros ámbitos. No trepida en viajar de Valparaíso a Santiago en carreta, anotando los pormenores de esta travesía. “El ondulado valle, llamado Cajón de Zapata, que se abrió a nuestra vista cuando llegamos a la cumbre (…) formaban un bellísimo paisaje. (…) podría haber sido Italia, pero necesitaba la torre y el templo como señal de que el hombre lo habitaba; aquí todo es demasiado nuevo y uno espera encontrarse con un salvaje en el próximo matorral o escuchar el rugir de un puma en la colina.”
Diferentes sucesos van desfilando ante los ojos bien abiertos de esta viajera a quien nada le era indiferente. Incluso asiste a una sesión de deliberaciones de la Asamblea Nacional, lee la Constitución Política de Chile y se encuentra enterada de todos los acontecimientos locales.
En su estada en el país no podían estar ausentes los temblores, los que relaciona con los mareos de mar. “Hace cerca de noventa años –cuenta- hubo un temblor en Valparaíso, durante el cual el mar arrasó con todo El Almendral, y en la misma fecha un tercio de Santiago, la capital, fue destruida”. Sin embargo, le tocó vivir en carne propia un terremoto la noche del 20 de noviembre de 1822 cuando se encontraba en Quintero, próxima a partir de Chile. De allí en adelante entrega información de los continuos movimientos que siguieron al sismo.
Es curioso observar la falta de emoción e incluso frialdad con que relata algunas vivencias del país. Quizás debido a su sangre inglesa o tal vez con el afán de conseguir una mayor objetividad en sus relatos, deja casi totalmente fuera de la historia su experiencia personal. No refleja ni por asomo los estados de ánimo que debe haber sufrido por la pérdida de su marido, la soledad que seguramente sintió al vivir en un país extranjero o los padecimientos que le provocaba la tuberculosis.
Esta traducción –de 2005- del Diario de mi Residencia en Chile en el Año 1822, es más completa que la anterior de José Valenzuela (Editorial del Pacífico, 1902) porque no omite ningún pasaje del original y agrega la procedencia de muchas citas de la escritora que alude constantemente a obras y autores de literatura. Asimismo, como es habitual en la serie «Cara y Cruz» se acompañan algunos ensayos que dan más luces sobre el texto de esta viuda inglesa que se definía como aficionada a ver todas las cosas.
Cabe celebrar el trabajo de María Ester Martínez y Javiera Palma que actualiza la obra de esta multifacética aventurera de principios del siglo XIX, que se atrevió a romper los esquemas establecidos para la mujer de su época.
En uno de los ensayos que acompaña al libro, María Ester Martínez reflexiona acerca del rol de quien traduce:
“Una traducción –escribe- es un fenómeno que conlleva dificultades que van más allá de lo lingüístico, y el traductor, al intentar entregar un texto en otro idioma lo más fiel posible al original, debe analizar y evaluar con prolijidad que lo que es decoroso en una cultura puede no serlo en otra. Es una operación que además de requerir competencia en otra lengua, exige un excelente conocimiento y respeto hacia las marcas y formas culturales, ideológicas e históricas del texto en cuestión y de la cultura a que se va a traducir.”
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estimadas amigas: vi este artículo a través de un amigo quien lo publicón en su muro de facebook; quería primero felicitarlas por esta gran iniciativa y convidarlas a que se unan también a nuestra página y perfil de Mujeres por la Historia de Chile, ya que creo que tenemos mucho en común e intereses que compartir https://www.facebook.com/profile.php?id=100009609343042
ResponderEliminarHola. ¿La edición de 2005 no trae los dibujos de María Graham?
ResponderEliminarHola. ¿en qué librería compraste ese libro? ¿Fue en Chile? Me interesa mucho leerlo.
ResponderEliminarGracias.