Rosario Castellanos:
La Literatura , un Escape a sus Depresiones
A treinta y ocho años de la muerte de esta versátil autora —que le cantó a la mujer y a la tierra mexicana, abrazando la lucha indigenista en Chiapas— se sigue escuchando la voz de los marginados de su país a través de sus obras. Recientemente, la periodista y escritora Cristina Pacheco recibió el “Premio Internacional Rosario Castellanos a la Trayectoria Cultural de la Mujer 2012” , que honra la memoria de quien marcara un hito en las letras latinoamericanas.
por Beatriz Berger
La tristeza y la tragedia acompañaron a Rosario Castellanos a lo largo de toda su vida, incluso hasta el día de su infortunado deceso. Cuando intentaba encender una lámpara, moría electrocutada un 7 de agosto de 1974 en Tel Aviv. Allí, la multifacética escritora, una de las pioneras en defender el trabajo de las mujeres y la dignidad de los indígenas, se desempeñaba como Embajadora de México en Israel, lugar donde también tenía una cátedra en la Universidad Hebrea de Jerusalem.
Sólo una tonta podía dedicar su vida a la
soledad y al amor.
soledad y al amor.
Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara,
si lámpara encendida,
desperdiciada lámpara de día eras tú.
(…)
si lámpara encendida,
desperdiciada lámpara de día eras tú.
(…)
¡Cómo te quiero, Chayo, cómo duele
pensar que traen tu cuerpo! —así se dice—
(¿Dónde dejaron tu alma? ¿No es posible
rasparla de la lámpara, recogerla del piso
con una escoba? ¿Qué, no tiene escobasla Embajada ?)
pensar que traen tu cuerpo! —así se dice—
(¿Dónde dejaron tu alma? ¿No es posible
rasparla de la lámpara, recogerla del piso
con una escoba? ¿Qué, no tiene escobas
Escribía emocionado el poeta mexicano Jaime Sabines en este «Recado a Rosario Castellanos» como homenaje póstumo a la amiga, poeta, ensayista, periodista, diplomática, dramaturga y narradora que, según Octavio Paz, poseía una conmovedora derechura espiritual.
“Me recuerdo a mi misma sola”
Aunque nació en Ciudad de México, el 25 de mayo de 1925, vivió su infancia y adolescencia en Comitán, Chiapas, lugar que inspiró muchas de sus obras. ‘‘Tuve un hermano, un año menor que yo. Nació dueño de un privilegio que nadie le disputaría: ser varón’’, confidencia en su ensayo autobiográfico “Los narradores ante el público” que aparece en “Mujer que Sabe Latín” y agrega: ‘‘Mas para mantener cierto equilibrio en nuestras relaciones nuestros padres recordaban que la primogenitura había recaído sobre mí. Y que si él se ganaba sus voluntades por su simpatía, por el despejo de su inteligencia y por la docilidad de su carácter yo, en cambio, tenía la piel más blanca’’.
Una rivalidad que se interrumpió con un hecho brutal: la muerte del hermano, ante lo cual sus padres, ‘‘ciegos de dolor y de nostalgia’’, la expulsan de su campo visual. ‘‘Recuerdo un jardín enorme y abandonado; unos corredores desiertos; unas alcobas clausuradas. Recuerdo la cripta, húmeda, oscura, fragante de flores y de ceras, resonante de sollozos y alaridos. Me recuerdo a mi misma, sola’’. Aunque nunca se lo dijeron directamente, le dieron a entender que era una injusticia que el varón de la casa hubiera muerto y que ella en cambio continuara viva. Sin embargo, su aguda sensibilidad la hizo captar esta situación y acumular una profunda angustia que la acompañó gran parte de su vida.
Primer paso en las letras
Para conjurar los fantasmas que la rodeaban Rosario Castellanos no tuvo a su alcance más que las palabras. ‘‘Mas una vez pronunciadas su poder se evaporaba, se diluía en el aire, se perdía. Era preciso fijarlas en una sustancia más firme, en una materia más duradera. (...) durante ese tiempo yo me sentía fuerte y a salvo de quien sabe qué amenazas’’, comentaba.
Curiosamente, ‹‹Paquín››, una revista mexicana, es la inspiradora de sus primeros poemas infantiles:
Me gusta leer Paquín
porque sale Rin-tin-tin
Cuando relee estos versos, la pequeña Rosario se da cuenta que esos renglones, gestados en lo más profundo de sus entrañas, acaban de romper su cordón umbilical. ‘‘Se emanciparon de mí y ahora se me enfrentan como autónomos, como absolutamente independientes y todavía algo más: como extraños’’, señala en «Escrituras Tempranas» de “Mujer que Sabe Latín”.
Primer paso en las letras que se fue agudizando con el tiempo. No obstante, a pesar de sus marcados intereses literarios, se inclinó por estudiar filosofía, profesión que terminó en 1948. Ese mismo año presentó su primer libro de poesía “Apuntes para una Declaración de la Fe ” —‘‘Aún me quema la cara de vergüenza de engendro semejante que fue recibido por la crítica con los denuestos que se merecía”— y su tesis que habla de la inexistencia de una cultura femenina, base de sus ensayos contenidos en “Mujer que sabe latín” que se publicarían más adelante, en 1973.
Plenitud creativa en sus versos
Aunque escribió en todos los géneros literarios, los críticos estiman que la plenitud creativa de Rosario Castellanos se encuentra en sus versos. Así, a regañadientes comienza a dar a conocer sus otros textos poéticos, los que reúne, en 1972, en un volumen antológico: “Poesía no eres tú”. En la sección «Diálogo con los oficios aldeanos», del capítulo «El rescate del mundo» escribe este emotivo poema, titulado «Una palmera», donde compara su esbelta figura “alta, desnuda, única” con uno de los más altos valores: la poesía.
Señora de los vientos,
garza de la llanura,
cuando te meces canta
tu cintura.
Gesto de la oración
o preludio del vuelo,
en tu copa se vierten uno a uno
los cielos.
Desde el país oscuro de los hombres
he venido, a mirarte, de rodillas.
Alta, desnuda, única.
Poesía.
Voz de los marginados
Sus poemas, sin embargo, se caracterizan por dar voz a los marginados, perseguidos y enfermos, que no calzan en la sociedad. Los títulos hablan por sí solos: “Monólogo de la extranjera”, “Apelación al solitario” o “Jornada de la soltera”, en el cual expresa la visión retrógrada que tiene la sociedad mexicana de la mujer que no se ha casado, marginándola y juzgándola implacablemente, mientras ella debe vivir en soledad. Escribe:
Da vergüenza estar sola. El día entero
arde un rubor terrible en su mejilla. (Pero la otra mejilla está eclipsada).
Más adelante añade:
De noche la soltera
se tiende sobre el lecho de agonía.
Brota un sudor de angustia a humedecer las sábanas
y el vacío se puebla
de diálogos y hombres inventados.
Y la soltera aguarda, aguarda, aguarda.
Diferencias raciales entre blancos e indígenas
En 1957 publica su primera novela “Balún Canán” que, junto a “Ciudad Real”, su primer libro de cuentos y “Oficio de Tinieblas”, su segunda novela, forman la triología indigenista. “Balún Canán” (nueve estrellas) es el nombre que, según la tradición, dieron los antiguos mayas a Comitán. Allí Rosario Castellanos destaca las profundas diferencias raciales que existen entre el blanco y el indígena. Por otra parte, los relatos de “Los Convidados de Agosto” recrean los prejuicios de la clase media provinciana de su estado natal y “Álbum de Familia”, los de la clase media urbana.
Aunque escribió diversas obras de teatro, sólo entregó a la imprenta “Tablero de damas”, retrato cruel de la sociedad literaria femenina en el México de los años cincuenta; el drama en verso “Salomé” y “Judith” y “El Eterno Femenino”, una sátira sobre los problemas de ser mujer en un mundo condicionado por varones, que apareció póstumamente. Entre sus ensayos (prólogos, artículos, conferencias, críticas) destacan: “Juicios Sumarios” (1966), “El Uso de la Palabra ” y “Mujer que Sabe Latín” (1973), donde demuestra cómo se anula al sexo femenino en aspectos estéticos, éticos e intelectuales. ‘‘En un hombre —afirma en el ensayo «La mujer y su imagen»— los pies grandes y vigorosos son más admisibles: son obligatorios. Pero ¿en una mujer? Hasta nuestros más cursis trovadores locales se rinden ante el pie chiquitito como un alfiletero’’. Al romper los mitos que giran en torno a ella, cita al neurólogo alemán Paul Julius Moebius (Leipzig, 1853), quien ‘‘organizó una impresionante suma de datos para probar científica e irrefutablemente, que la mujer es una débil mental’’.
Infidelidades de su esposo
A un año de la publicación de su novela “Balún-Canán” y cuando ya era una figura pública, Rosario Castellanos se casa con Ricardo Guerra, en Coyoacán, en enero de 1958, a los 32 años. ‘‘El matrimonio, dos embarazos sucesivos y malogrados me perturbaron, pero no al punto de impedirme la terminación de los libros que había iniciado y que fueron apareciendo, al mismo tiempo que “Balún Canán” se traducía al inglés’’. Cuenta Rosario Castellanos en “Los Narradores ante el Público”.
La misma noche en que se le concedió el Premio Xavier Villaurrutia, en octubre de 1961, nació su hijo Gabriel, pero entre mamaderas y pañales, continúa con su actividad literaria, escribe prólogos y colabora en suplementos culturales.
Es importante señalar –por la trascendencia que tiene en su obra y en su visión del mundo- que las relaciones afectivas con su marido fueron malas y muchas de las preocupaciones de esta mujer que se encontraba fea, gorda, ‘‘fodonga’’ e histérica, giraban en torno a las infidelidades de su esposo. ‘‘No es que como toda pareja Rosario y Ricardo se peleen, se dañen, se separen, se reconcilien, hagan propósitos de enmienda y se toleren, sino que, ante la incertidumbre y el rechazo, Rosario opta por culpabilizarse. Pide perdón’’, explica Elena Poniatowska en el prólogo de “Cartas a Ricardo”, edición de su correspondencia realizada por Juan Antonio Ascencio, México, 1996, que reúne las cartas que le envía Rosario a su esposo y donde no sólo habla de su relación de pareja, sino también de su quehacer y creación literaria.
“No doy por vivido sino lo redactado”
“En el fondo Rosario entretejió el hilo de la muerte en casi todos los actos de su vida, los cotidianos y los literarios, había en ella algo inasible, un andar presuroso, un tránsito que iba de la risa al llanto, del corredor a la mesa de escribir; su vida es el mejor alegato para que todas las mujeres que tienen alguna vocación creativa confíen en sí mismas”. Palabras pronunciadas por Elena Poniatowska al ser distinguida en Chiapas con la medalla «Rosario Castellanos».
A pesar de las crisis anímicas y tratamientos psiquiátricos, Rosario Castellanos nunca dejó de publicar y continuó fiel a su pensamiento. ‘‘Ya que se vive –señaló-, por lo menos hay que superar esa contingencia escribiendo’’. Para ella el gran escape a sus tristezas y depresiones fue la literatura, al punto que llegó a decir: ‘‘No doy por vivido sino lo redactado’’.