lunes, 27 de junio de 2011

Haruki Murakami : uno de los japoneses más leídos

Después de Yasunari Kawabata, Premio Nobel de literatura, Haruki Murakami es uno de los novelistas más leído en el mundo. Ambos, junto a otros lucidos escritores, forman parte del boom de la literatura japonesa, producido durante los últimos años, especialmente en occidente.

Murakami nació en Kyoto en 1949 y vivió la mayor parte de su juventud en Kobe donde realizó sus estudios literarios. En esa misma época se casó con la que sería su única esposa, Yoko. Sus primeros trabajos los realizó en una tienda de disco y, antes de terminar su carrera, abrió un bar de jazz en Tokio. Ambas experiencias le servirían después en la creación de sus personajes. Empezó a escribir a los 30 años y alcanzó la fama con su libro “Norwegian Word”, en 1987. Luego de eso viaja a Europa y América y ocho años después regresa a su país. Entre sus maestros, como él ha comentado, figuran Raymond Carver, Scott Fitzgerald y John Irving, cuyas obras trasladó al idioma japonés mientras trabajaba de traductor en una editorial.

Lo que caracteriza la ficción de Murakami, es la capacidad de vagar entre lo real y lo onírico, entre la felicidad y el lado oscuro, entre la soledad y las ansias de amor. Y esto, coinciden sus críticos, es lo que conmueve y seduce, fundamentalmente al lector occidental.

Ha recibido varios premios como el Noma para Escritores Nóveles, el Tanizaki y el Yomiuri. De sus novelas se destacan “ Kafka sobre la playa”, “Tokio blues”, “Crónica de un pájaro que da la vuelta al mundo”.

Pero Murakami tiene sus particularidades. O rarezas, más bien. Por ejemplo, protege su privacidad a tal extremo que no va a fiestas, no recibe premios, no da conferencias ni firma libros; no quiere que nadie lo reconozca en la calle. Durante una jugada clave en un partido de béisbol, descubrió su vocación de escritor. Fanático de la música, mientras escribe siente que toca las teclas del piano en vez de las del computador. Quiere tanto a los gatos, que con frecuencia los introduce en sus novelas. No le gustan los otros escritores. Es aficionado al cine, al jazz y a los deportes, pero le tiene pánico a las alturas. Cuando termina un texto, se lo pasa a su mujer para que lo revise; en ella confía porque la considera implacable.

Al Sur de la Frontera , al Oeste del Sol:

Entre la belleza y el misterio.

La mitad del título de esta novela de Haruki Murakami corresponde a una canción de Nat King Cole, intérprete norteamericano al cual este escritor japonés admira. Un sentimiento que, sin duda, difícilmente podrían compartir la generación anterior del pueblo nipón. Las heridas de la derrota bélica y la nostalgia de su cultura y tradiciones seguirían a flor de pie, influenciando también a sus corrientes literarias.

Al Sur de la Frontera, al Oeste del Sol está enmarcada dentro de un ambiente occidental: el protagonista tiene un club de jazz, bebe daiquiri y les fascinan el cine y la música estadounidense y europeo. Sin embargo, a medida que el lector avanza en la trama, contada siempre con frases cortas, como las pinceladas de un pintor, va descubriendo esa bella delicadeza, ese misterio, esos sentimientos que se ocultan o se dejan apenas entrever, esa realidad que se entrelaza con los sueños, características de la literatura japonesa.

El libro, publicado en 1991 y editado por Tusquets Editores, es un relato en primera persona. Lo narra Hajime, el protagonista. Él ha nacido en la mitad del siglo XX y es hijo único, tiempos en que esta condición era casi mal mirada. De ahí que a los doce años tiene pocos amigos, hasta que Shimamoto, una niña de su misma edad, también hija única, entra al colegio. Cojea y no es bonita pero eso no es obstáculo para que el niño la admire, comparta con ella sus gustos y aficiones, sienta los síntomas aún inconfesables del primer amor. Pero un cambio de escuela termina con la amistad.

Pasan los años, Hajime egresa de la universidad, vive algunas experiencias sentimentales y sexuales, tiene una existencia voluntariamente solitaria. Ha encontrado el trabajo que más lo realiza: administrar su propio bar, moderno y hermosamente decorado, donde se toca jazz. Paralelamente se casa, tiene dos hijas y forma una familia feliz. Todo esto hasta que aparece Shimamoto y pone en peligro su estabilidad. Ella ha organizado el reencuentro. Ya no es la escolar poco agraciada que conoció en la escuela y su cojera (después se enterará) ha desaparecido gracias a una cirugía. Se ha transformado en una preciosa mujer. Una mujer elegante, que sentada en un taburete del bar, fuma sensualmente mientras bebe su daiquiri. El misterio que envuelva a Shimamoto se mantendrá durante toda la novela y ni la única relacion intensamente erótica que Hajime sostendrá con ella conseguirá develar quién es ella.

En esta obra hay muchos elementos autobiográficos; al igual que Murabaki, Hajime tiene tendencia a la soledad, estudió literatura, trabajó en una editorial y creó su propio bar de jazz. Además su protagonista tiene sus mismos gustos en cuanto a música y cine.

Lo notable de este libro, aparte de la belleza del relato, son los episodios inconclusos, los cabos sueltos que quedan sin explicación. ¿Molesta esto al lector? Tal vez a algunos. A otros, cambio, entre los que me cuento, disfrutan con estas incógnitas. Al fin y al cabo, la vida está llena de situaciones que jamás se resolvieron.

Murakami describe el reencuentro de Hajime con Shimamoto en estos términos:

“¿Podré volver a verte?”. “Quizás”, dijo ella y esbozó una sonrisa. Una sonrisa que parecía una pequeña columna de humo alzándose en silencio un día sin viento. Quizás. Abrió la puerta y se marchó. Cinco minutos después subí las escaleras y salí a la calle. Me preocupaba que ella no hubiera podido encontrar un taxi. Seguía lloviendo. Shimamoto ya no estaba. En la calle no se veía un alma. Sólo las luces de los faros de los coches extendiéndose borrosas sobre el pavimento mojado. Tal vez haya sido una ilusión, pensé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario